6 bestias: Capítulo 6: La huída
#7 of 6 bestias
¡Hola y bienvenido a 6 bestias! ¿Has llegado aquí por error? Este es el sexto capítulo, pero puedes empezar desde el principio haciendo clic a la barra de la derecha. Si quieres leer más cómodo esta historia te recomiendo hacer clic en modo columna en las opciones de la derecha. ¡Gracias y que disfrutes de la lectura!
Los pasos retumbaban en los pasillos. El día siguiente había amanecido triste y en silencio por respeto al maestro fallecido. Todos residían en sus habitaciones como mandaba la tradición mientras los tres monjes de más alto cargo empezaban a prepararse para decidir quien iba a ser el substituto que se encargaría de llevar el templo y sus creencias a partir de entonces. No debían de hacer mucho, solo discutir que la previa decisión del anterior Maestro fuese la correcta. Lo había dejado todo a manos de Khul Johka, su consejero más inmediato, que a sabiendas de la noticia, avanzaba para hablar con Damaru.
Era de sobras conocido por todo el templo el aprecio que le tenían a aquel chico tan joven y listo, y voces decían que incluso le tenía el ojo puesto también a una de las criadas, Lima. Obviamente, a todo el mundo le había pillado por sorpresa que hubiera sido Khul Johka el elegido en vez del joven, porque eso implicaba ligeros cambios. El maestro Yuala había sido muy permisivo, mientras que todos sabían que el consejero era más bien arraigado a las creencias de entonces. El joven ya no iba a gozar de tantos privilegios, y sobre la criada... Llevaban desde entonces sin verla.
A Khul no le importaba la chica, sin embargo. Era el joven lo que más le molestaba.
Técnicamente, no del todo cierto. Pero sí que existía un miedo por el que Damaru podría acabar traicionando al nuevo maestro y clavarle una puñalada por la espalda, así que debía aprovechar el bajón del momento para recordarle quien iba a llevar las riendas del tema ahora y clavar el clavo bien hondo antes de que el joven cogiera alas y decidiera llevar la justicia por la mano. Recordar que ya no tenía al maestro cerca, y por lo tanto, las cosas iban a cambiar bastante.
En cuanto llegó a la puerta de la habitación del joven, dio dos golpes y automáticamente abrió sin avisar. En la estancia que hacía forma de "L", Damaru, de pelo largo, estaba sentando de cuquillas en el suelo con los ojos cerrados y la cara en dirección a la puerta. Era raro, porque las normas decían que se debía meditar de cara a la ventana. Ese chico se pensaba que por ser amigo del anterior maestro podía hacer lo que le viniera en gana. Debía frenar cuanto antes ese pensamiento.
-Emh... Damaru...
-Buenos días, Consejero Khul. -el cambiante no abrió los ojos, pero permaneció atento. -Hoy el mundo amanece oscuro. Nadie debe salir al patio, ¿No es cierto?
-Así es... -Khul tuvo que evitar retroceder un paso. La voz fría y oscura del joven era demasiado influyente incluso en él. ¿Que fuerza tenían sus palabras que caían como piedras en su mente? -Venía a decirte que... Siento mucho lo que ha ocurrido con el Maestro Yuala. Sé que eras un gran amigo.
-Solamente seguí sus pasos cuando me acogió al templo. -dijo, evitando el tema a toda costa, de una forma tan rápida que Khul tuvo la sensación de que un cuchillo le hacía un buen repaso a sus dos bigotes largos y finos. Sus ojos marrones se posaban en el chaval, y sintió que le fallaba la mano en el picaporte.
-Ya... Bueno, como sabrás, es posible que yo a partir de ahora el templo. -dijo, determinante. -Esta tarde-noche, procederemos a su entierro, y mañana los monjes decidirán si debo aceptar el cargo... Quería saber si vendrías.
-... Desgraciadamente, no estaré ahí. -los ojos se abrieron de par en par, y Khul dio un paso atrás al notar esos ojos verde esmeralda brillantes en un tono fogoso que daba miedo. Era como hablar con una criatura que se lo iba a comer en dos segundos. Como podía el maestro querer a alguien tan... extraño. -Lo siento, pero mi dolor es demasiado fuerte. Pido disculpas. Residiré en esta habitación si no le importa.
-... Bien... Perfecto. Es tu decisión al fin y al cabo. -aceptó Khul. -Si necesitas algo, bien... Ya sabes donde estoy... Por cierto. ¿Sabes que se ha hecho de la criada Lima? Recuerdo que hablaba de forma secreta con el maestro. ¿Lo sabías?
-Desconozco su paradero. Apenas tenía trato con criada alguna. -dijo, decisivo y con la idea de sacarse de encima a ese hombre. -De todas formas, no sería la primera vez. Mariah fue encontrada hace unos meses ahor-
-¡Sí! Sí... Lo recuerdo. -confesó el hombre. -Bien, si necesitas... Algo... Llámame, ¿Vale? Y si la encuentras, tráemela. Habría que castigarla.
Cerró la puerta tras despedirse del chico, y en cuanto pudo, dio media vuelta. Ese chico era un peligro a todas luces, lo había sentido en lo más profundo de su cuerpo. A la que subiera a maestro, le iba a matar en dos segundos, o le montaría un motín. El hombre se secó el sudor de su frente y con paso firme decidió trazar un plan. Iba a estar ahí toda la tarde, así que no tenía problema alguno en repetir el mismo proceso que hizo antaño: La gente, triste, cometía locuras. Nadie se sorprendería además que un joven como aquel, tan apegado a su maestro, se lo encontraran colgado del techo. Nadie se sorprendió que le pasara a Mariah, a pesar del miedo de que le pillaran con las manos en la masa.+
Damaru, en cambio, permanecía atento a los pasos. En cuanto notó que estaban muy lejos, volvió a cerrar los ojos. En su habitación, oculta a ojos de la puerta, se encontraba Lima. Estaba sentada contra la pared, las piernas recogidas por los brazos, y el rostro hundido entre sus rodillas, en silencio. Había permanecido toda la noche ahí, debajo del ala del dragón, llorando desconsolada hasta que el cuerpo había dicho basta y había cedido a un sueño profundo mientras Damaru velaba la noche entera.
-Nos van a matar. -logró decir al final. -A los dos.
-Lo sé. No le gustamos.
-Y tú menos... Tienes que controlar tu Voz, Damaru. -le pidió, mirando al joven. -Un poco más y te descubre. Hasta yo habría huido solo de oírte.
-... Perdona. Eres la última persona que quiero que se asuste. -dijo, relajando el cuerpo de nuevo. -Bien... No quería irme, pero creo que nos ha quedado claro a los dos que no somos bienvenidos. Tenemos que irnos de aquí cuanto antes. Tenemos tiempo hasta esta tarde... -se incorporó, y se limpió un poco la túnica, sacando el polvo de encima. -... así que tenemos que pensar en un plan de huida para los dos. Yo no tengo problema alguno... Pero tú...
Lima le miró de reojo, y luego desvió la mirada a las ventanas de círculos concéntricos. ¿Como se sujetarían entre ellos? Podría dedicar toda una vida a ello, o toda una mañana, hasta que por la tarde vinieran a por Damaru y no lo encontraran en la habitación, si no a ella...
-... Huye tú. -murmuró al final. -Yo soy una criada. Me castigarán, y me matarán, pero te dará tiempo a ti de salir de aquí y no meterte en embrollos. Si me cogen a mí contigo, moriremos los dos... No puedo...
-¡No vuelvas a decir eso! -La Voz, otra vez. Lima se asustó al notar algo cogiendo del cuello y acercando su rostro al de un ser verdoso y escamoso. Damaru había adoptado de pronto una forma híbrida que la miraba con los ojos rasgados y sacaba humo por las comisuras de la nariz. Era tétrico verlo así, y tal vez él se dio cuenta, al notar como agachaba la vista y la soltaba de golpe. -No vuelvas a hacerlo...
-Damaru... Es una locura intentar salir los dos de aquí.
-Pues si tú no te vas, yo tampoco. -exclamó. -Lima, ¡Eres la única que me comprende! ¡No sobreviviré ni dos días allá fuera! ¡Me matarán, me darán caza a la que pierda la chaveta! ¡Tenerte al lado es lo único que me ayuda a pensar que soy un dragón inteligente! Eres... Maldita sea, Lima. Eres como mi hermana. No... Eres la única familiar que me queda...
Lima lo abrazó. Entendía a que se refería. Se habían criado juntos, a pesar de que por el rápido crecimiento de Damaru, ella había sido más lenta. Pero el maestro los había llamado siempre a los dos para hacer las actividades juntos, a pesar de que no debía de haber sido así. Habían roto demasiadas normas que Khul parecía querer hacerles pagar, pero Damaru tenía razón: Era demasiado joven. Los dos lo eran. Allá fuera, iban a matarlos.
-... Les necesitamos.
La revelación sonó como una bomba dentro de la cabeza del dragón, que la miró sorprendido. Ambos sabían a que se estaba refiriendo, a pesar de que no les gustaba en absoluto la decisión tomada. Era todo lo que tenían, era la llave que les faltaba. Damaru agachó la cabeza, recordando las palabras del maestro Yuala: Deberían huir en cuanto llegaran más como él. ¿Pero eran de fiar?
-Ni siquiera sé si se han ido ya. Solo se quedaban una noche. Y además, no les traté demasiado bien...
-Pues es hora de arreglar ese error. Damaru, no podemos hacerlo solos. Y sé que te da un poco de rabia admitirlo, pero son cambiantes como tú. Ellos te necesitan también, al menos solo uno. -le recordó la muchacha. -Aceptarán si le echas una mano. Y puedes hacerlo: Tú aprendiste a integrarte en la sociedad humana. Él también debería... Solo necesita aprender de ti.
Lima no tenía la Voz que tenía él, pero igualmente, solía ser una humana muy capaz. Influenciado por sus palabras, el dragón asintió con la cabeza y tomó un aspecto más humano. Podía agradecer que la túnica fuera elástica, o cada vez que adoptara esa forma, se habría roto en mil pedazos, aunque solía dejarse un hueco bien calculado y al descubierto en su espalda, allá donde sabía que iban a aparecer sus alas.
-Está bien... Miraré si siguen aquí y trazaremos un plan. -le dijo. -Iremos con cuidado. Tu... Espera. Ponte una de mis túnicas.
-Damaru, las normas...
-Al cuerno las normas, Lima. Ya no somos bienvenidos a este templo. -le recordó, sacando de su armario una réplica de la que tenía, más limpia. -Recuerda lo que nos enseñó el Maestro: Nuestras creencias son lo que nosotros queremos que sean, no deben dictar nuestro camino. Vamos a irnos de aquí con lo que nos enseñó, y honraremos su memoria a mí manera. -dijo. -Ahora vístete. Nos vamos.
La muchacha obedeció, y se dispuso a cambiarse de ropa, sin tapujos de desnudarse delante de Damaru, que estaba acostumbrado a verla desnuda, aunque estaba ocupado en hacer un poco de revisión. No... No tenía nada que recoger. Ni siquiera los tesoros que le había ido dando Lima para calmar un poco su instinto de tesoro. Tal vez... No, no debía. Tenía que reprimir ese mal karma.
En cuanto la muchacha permaneció cambiada y con la capucha puesta para cubrir su cara, Damaru se fue hasta la puerta y miró a los dos lados del pasillo. Observando que nadie estaba por ahí rondando, le hizo una indicación a la chica y ambos salieron, yendo en dirección a la habitación de los invitados.
-Si no los encontramos... -susurró Lima. -Tendremos que espabilarse de otra forma. Tal vez podamos huir a la cueva y esperar a que anochezca para salir volando, por ejemplo.
-Esa sería una buena forma... Aunque... Tendríamos que pensar luego a donde iríamos.
-Ya encontraremos el destino...
En cuanto llegaron a la puerta, se detuvieron enfrente. Damaru no se cortó un pelo en picar y en intentar abrir, pero notaron que estaba bloqueada por el otro lado. Sorprendido, miró a ambos lados y lo intentó de nuevo. Nadan, mismos resultados. ¿Que cuernos estaba pasando ahí ahora? Alguien había dentro, eso seguro, al no ser que hubiesen cerrado la puerta por detrás y hubiesen huido por el balcón...
-¿Quien es? -preguntó de repente una voz al otro lado. Lima hizo un gesto de victoria.
-Soy Damaru. Dejadnos entrar, por favor. Es urgente.
Escuchó de fondo una serie de susurros procedentes de los dos hermanos, y la muchacha no pudo evitar girar levemente la cabeza al oír una serie de pasos proceder de un pasillo. ¿Habían sido ilusiones suyas? Eso esperaba, porque tenían prohibido salir de sus habitaciones y si les pillaban, perderían la cabeza. La puerta no tardó en abrirse por parte de Baka, el regordete, mientras veía al otro de fondo, ir recogiendo la ropa. Los dos estaban en hibrido, sorprendidos un poco por su pronta aparición. Damaru, en cambio, no se cortó un pelo: Cogió a Lima y la metió dentro, haciendo él la misma operación y cerrando la puerta detrás de él.
-Gracias...
-Siento mucho lo del maestro Yuala. -el oso, a pesar de su estado, se inclinó levemente a modo de educación. -Nos hemos enterado hoy mismo. Siento su pérdida...
-...
Damaru se quedó callado unos instantes, incapaz de decir nada. Hasta ahora solo le había lamentado su pérdida Khul, y de forma bastante falsa. Pero el oso en cambio era tan cierto en sus palabras que le daba hasta pena y todo... Otra vez.
-... Gr-gracias. -suspiró Damaru, agachando la cabeza. -Era un padre para... Nosotros dos. -confesó. -Pero ahora ya no está.
-¿Y eso nos importa en que...?
El grifo, en cambio, no parecía tan convencido. Se mostraba seco, y al mirarlo a los ojos encontró un ave rapaz que lo amenazaba con despedazarlo. El dragón no pudo evitar enseñar los dientes a pesar de llevar el Disfraz, pero de forma amenazante. Podría coger y despedazarlo ahí mismo por no respetar la memoria de su difunto maestro. Al menos sería más fácil hacer colar a Lima como el que vino junto con Baka y huir los tres. Más fácil incluso que...
Un par de collejas hizo que ambos reaccionaran de golpe. Los dos intentaron ver quienes eran los compinches, sorprendidos de ser Baka el que le había dado a su hermano mayor, y Lima al suyo, ambos molestos.
-Damaru, por favor, no es momento. -dijo Lima. El joven agachó la cabeza y cogió aire, intentando ignorar las palabras del grifo.
-... Lo siento... Mira, sé que no os traté bien. Y que apenas nos conocemos... Pero la situación es grave para nosotros.
-Entonces no nos metáis en medio. -respondió el otro, acabando de hacer la mochila de su hermano con sus hábiles zarpas de pájaro. -Bastantes problemas tengo ya como para cargar con dos más que encima tienen patas.
-¡Pero Damaru y yo...!
-Mira, humana. -el grifo apuntó con una garra a la chica, y el pico amenazante se posó en ella. -Te lo voy a decir bien alto y claro. Llegué, supliqué ayuda, y tu querido amigo no me ayudó. Te agradezco que durante unas horas me dieras la esperanza, pero como puedes ver, no ha funcionado del todo bien. Así que volveremos por donde hemos venido y quien sabe si vivos o con cabeza. Así que ahora, si me disculpáis, os podéis largar por donde habéis entrado.
-Te ayudaré...
El grifo volvió la vista a Damaru. El joven tenía la espalda apoyada en la pared y los brazos cruzados, con la mirada desviada hacia la puerta. Tragaba saliva, y se le podía ver en sus ojos brillantes que estaba intentando contener un grito desesperanzador, pero Shinke no parecía estar dispuesto su brazo a torcer.
-No... No vas a ayudarme. Se como va esto: Ahora me lo prometes, pero cuando te haya ayudado, me darás la espalda.
-... Soy un dragón, grifo. Nunca traiciono mi palabra... ¿Vas acaso a creer que lo voy a hacer?
El grifo observó a Damaru. Lo que faltaba: Cargar con una humana, que olía mal, y que no podía infectar. Ese iba a ser su problema si la llevaban con ellos: Las ganas de convertir a Lima en una de los suyos iban a brotar como si nada e iban a ser difíciles de controlar si no ponían remedio. Volvió la vista a Damaru, y graznó un poco.
-Bien... Buscaremos una forma de huir todos. -cedió. -Pero a cambio, métete bien en la cabeza: Necesito que me ayudes. Si huyes, me encargaré de encontrarte, créeme que lo haré. Y si no me ayudas, haré daño a Lima. Así que en tus zarpas estará la responsabilidad de cuidar de ella. ¿Queda claro?
El joven asintió con la cabeza. Bien, no tenía otro remedio, pero por el maestro Yuala no podía dejarlo solo. El grifo acabó de cerrar la mochila y mandó a su hermano a que adoptara el disfraz, al igual que él. Lima apartó la vista para no incomodarlos, a pesar de que con Damaru ya se había acostumbrado a todo.
-¿A donde os dirigíais? -preguntó finalmente el monje de nuevo.
-Íbamos a ver a un maestro que, según mis padres, sabría educarme. -le reveló. -Pero nos desviamos un poco. Si me ayudas, se lo pondrás un poco más fácil al que me tenga que enseñar, así que todos saldremos ganando. Es en Johka de Lhasa
-Os matarán.
Lima se giró de golpe para mirarles a los ojos. Los había pillado desnudos a los dos, pero tampoco es que le importara. Se mostraba seria, decidida, y por un momento Shinke pensó que, para ser humana, era bastante valiente. Luego se acordó de lo débiles que solían ser los humanos y desechó la idea al instante. Nah, los humanos apestaban y sólo solían servir como comida, no para mucho más. Ellos estaban por encima de la cadena alimenticia, y podían defenderse mejor que con sus estúpidas armas y esos cuerpos que dejaban marcadas las heridas para siempre.
-Khul es nativo de Johka. -les explicó. -Precisamente por eso el maestro le eligió como consejero, y por eso lo ha puesto como sucesor a maestro. Querrá que ambos templos se comuniquen y por lo tanto, a la que lleguemos allí Khul lo sabrá. Tenemos que coger un camino distinto si vamos con vosotros.
El grifo cogió aire para no perder la paciencia.
-¿Y porqué cuernos va a querer mataros, a todo esto? ¿No erais el ojito derecho de vuestro anterior maestro?
-Ese es el problema... -le contestó Damaru. -Para él, somos algo así como alguien que puede dañar su reputación y que puede derrocarle. Sólo quiere el poder, así que no tardará en ir a por nosotros. Se piensa que tenemos la influencia necesaria para sacarnos sus huesos de encima.
-El plan puede ser la mar de sencillo si nos acogéis. Tú podrías llevarme volando cuando Damaru coja a tu hermano y se disfrace de ti. Luego nos vemos abajo, y desde ahí, podemos huir.
-Ajá... ¿Y que te hace pensar que voy a ser yo quien lleve a una humana encima mío?
Lima mostró su mejor sonrisa.
-El hecho de que voy a ser yo, y no ese melón de ahí, el que te enseñe a controlarte. ¿Que tal te hace sentir saber eso, uh?
***
Damaru podía hacerse pasar perfectamente por el hermano de Baka sin problema alguno. El dragón medía más o menos, y los dos tenían casi la misma composición de cuerpo. Simplemente, si los destaparan, se podría ver exactamente quien era quien,
Cerca de la puerta, el joven yacía con la misma ropa que Shinke, cubierto hasta arriba y con la cara tapada. Nadie iba a sospechar teniendo en cuenta que el grifo había entrado la tarde anterior de la misma forma, así que el plan de Lima era perfecto. Solo tenían que encontrarse al final del camino, justo al principio de la entrada del túnel. El problema era, claro está, en Damaru.
-Arg... Esto escuece... -gruñó el joven. Baka le dio un codazo suave cuando bajaron unas escaleras y mostró una sonrisa de cómplice a uno de los monjes para que desviara la mirada y no se fijara demasiado. -Joder... Esto está lleno de pulgas...
-Plumas, querido amigo. -le susurró Baka, guiándolo hacia la izquierda, torciendo una esquina. -Es lo que tiene ser un ave, chico.
-Bueno... Tu calladito, que estás más guapo.
Baka arrastró al joven a que bajara las escaleras para salir por el pasillo interno hasta la entrada del mismo edificio. Allí, dos jóvenes monjes custodiaban las dos enormes puertas por las que habían entrado. Baka se quedó unos segundos pensativo: Si no se hubieran desviado del camino, tal vez no se habrían encontrado en esa situación. No era una misión difícil, realmente, pero entendía que su hermano estuviera un poco mosca con tener que cargar con dos desconocidos de una forma un poco obligatoria.
-No nos van a dejar pasar... -murmuró Damaru. -Solo pueden salir los designados por el maestro actual. Yuala dejaba puerta abierta, pero ahora eso ha cambiado.
-Ya... Tú deja al maestro.
Damaru miró a Baka... O más bien hizo ver que lo hacía, porque realmente, solo podía mirar al suelo para que nadie le viera el rostro. El mongol regordete se acercó a los dos monjes, que alzaron la mirada sorprendidos de su aparición. Baka conocía a uno de ellos, así que iba a ser mucho más fácil el proceso de lo que esperaba.
-Abrid la puerta. -les dijo. -Nos vamos.
El joven observó como aquellos dos dudaban unos segundos, y de repente, se acercaban a la puerta para abrirla y dejarles pasar. Damaru cayó en la cuenta de lo que había ocurrido, y entendió que Baka era mucho más poderoso de lo que pensaba. Él no sabía usar su Voz, solamente daba miedo por su tono y su cólera, pero ese mongol era distinto: Una orden y había movilizado a los dos jóvenes al instante. Tenía un control sobre su persona absoluto. Lástima que no contaron con un pequeño detalle.
A la que abrieron la puerta, una corriente de aire se levantó y le dio de lleno a Damaru, que vio como su disfraz se iba al cuerno y se le quitaba la capucha. El chico miró un momento a Baka, sorprendido, el cual le devolvió la mirada en una especie de ataque de pánico conjunto. Sin pensarlo, pero tal vez ya por inercia, cogieron las mochilas y echaron a correr hacia la puerta abierta a la vez que oían a los monjes pedir ayuda.
-¡Maldita sea! ¡Todo iba a pedir de boca! -exclamó Damaru, corriendo por detrás de Baka. Para estar rellenito, el tío tenía una velocidad de aúpa, o más bien, era que él había corrido pocas veces. Miró detrás suyo, donde veía a los dos monjes perseguirles, seguidos de unos cuantos más. -¡Sabía que no me iban a dejar salir!
-¡Pues no vamos a tener otra! ¡Si nos atrapan, vamos a perder una oportunidad importante! ¡Así que corre!
-¡¿NO puedes ordenarles que se vayan?!
-¡Solo puedo dar ordenes sobre una mente calmada, no en una que está tensa! ¡Ahora calla y corre, no tenemos otra!
Los dos continuaron corriendo durante un buen trecho. Poco a poco, sabían que iban dejando el templo atrás y se iban acercando a la cueva. Sin embargo, ellos se iban agotando, pero los monjes les iban cogiendo camino pronto. ¿De que estaban hechos? No podía creer que aguantaran tanto corriendo si apenas salían. Y sin embargo, ahí estaban, pisándoles los talones.
-¡Baka! -exclamó Damaru detrás de él. -¡No hay otra escapatoria! ¡Nos van a coger! ¡Tenemos que hacer algo!
-¡Muy bien, chico listo! ¡Propón algo!
Y tanto que lo iba a proponer. Damaru frenó en seco y se quitó la túnica del grifo de golpe, dando media vuelta. Sintió la sangre de dragón bullir en sus venas y decidió abandonar el Disfraz, pasando directamente a una forma híbrida que los intimidada un poco. El oso miró hacia atrás al ver que no obtenía respuesta y alucinó cuando observó que su nuevo compañero había decidido que era hora de cambiar de forma.
Para cuando quiso volver, Damaru ya estaba casi completando la transformación. El dragón estaba enseñando los dientes y los monjes que habían ido bajando frenaron de inmediato al ver que aquello era un tema mayor que lo que solían tratar. Damaru se puso a cuatro patas pese a estar en una forma híbrida y soltó potente rugido, amenazándolos a todos. Baka se colocó a su lado por si las moscas, aunque ahí realmente no pintaba nada.
Los monjes, asustados, retrocedieron mediante gritos sobre demonios y diablos. Damaru permaneció tenso, todos los músculos listos por si tenía que saltar a por su presa o algo mientras enseñaban los dientes y sacaba humo a través de las fosas nasales. Baka valoró la situación: No había sido ni de lejos la mejor de las ideas que había tenido el dragón, realmente... Y rezó internamente porque no se repitiera.
-Vale, ya se han ido... -le dijo, acariciando la piel escamosa del extraño. -No ha sido buena idea eso, Damaru. Un poco más y nos descubre. Lo sabes, ¿No?
-Si no nos han descubierto ya... -murmuró el dragón, mirándolo con sus ojos rasgados. -No había otra, Baka. Eran ellos o nosotros. Había que decidir.
Baka no compartía esa opinión, pero decidió reservarse la discusión para otro momento y limitarse simplemente a observar como, del cielo, se escuchaba un graznido que indicaba que su hermano estaba cerca. La figura majestuosa de Shinke en su forma animal no tardó en aparecer ocultando parte del sol y con una humana montada encima de él, abrazada todo lo que podía al cuello. El dragón se acercó al borde y miró a Baka, girando levemente con la cabeza para que subiera en él.
-¿Sabes ya a donde iremos? -le preguntó el mongol mientras subía a su espalda. El dragón asintió con la cabeza, y dio el salto.