6 bestias - Capítulo 4: Encuentro mitológico

Story by Mastertuki on SoFurry

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#5 of 6 bestias

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El oso avanzó a través de las piedras. Aseguraba para el grifo los mejores caminos que sabía que no estaban cerrados. Olfateaba el ambiente, buscaba corrientes de aire por pequeños que fueran, y escuchaba el entorno. Alguna vez se equivocaba y retrocedía, pero por lo general, iban avanzando.

Shinke no tardó en averguar que estaban debajo de un riachuelo o el nacimiento de un río, que posiblemente desembocaría en el Yangste. La humedad, piedras a las cuales se les filtraba el agua, o incluso el sonido de alguna cascada a lo lejos. Procuraba mantener la mente fría y distraerse con cualquier elemento que estuviera a su alcance, antes de que le diera por dar media vuelta y echar a volar. Estaban demasiado adentro, y no le gustaba en absoluto los sítios cerrados donde no podía defenderse con las alas.

Con la linterna de gas, Shinke iluminaba el camino para ver donde pisaba, y de paso, para iluminar un poco a Baka, aunque este no parecía tener problema alguno. Al contrario, se movía como si nada, todo contento y hecho para la situación. No era la primera vez que atravesaban una situación como aquella, pero el grifo, a diferencia de su hermano, no podía con ello.

-¿Tardaremos mucho en encontrar la salida? -le preguntó al final, un poco desesperado por querer ver la luz del sol de nuevo. -¿O estaremos aquí como ratas en un laberinto para... siempre?

-Calla. -Baka se alzó sobre sus patas traseras, miró el alrededor, y prestó atención. Shinke no hizo nada más que quedarse quieto, obedeciendo. Más tarde Baka volvió a colocarse a cuatro patas, avanzando. -Nada, falsa alarma. Sigamos... Por aquí.

-... Nunca te he preguntado cómo te desenvuelves en sitios como estos.

-El aire te guía, los sonidos hablan. -le contestó el oso. -Eres una criatura del aire, nunca lo entenderías. Yo tengo las patas en la tierra, noto la roca misma y lo que me dice. Por ejemplo, no se si has notado que hemos cambiado de temperatura de forma constante. Hay bolsas de aire caliente, y eso significa que hay algo que lo mueve. Si tienes hambre, podrías incluso comerte una... -no llegó a finalizar la frase cuando, al girar su enorme cabeza, observó que el pico del grifo le colgaba algo gris que no tardó en esconderlo. -... Rata...

-Perdón. -graznó el otro, tragando al final al molesto roedor. -Pero tendríamos que haber comido hace unas cuantas horas ya.

-No me lo recuerdes... Mamá se habría puesto hecha una furia al verte hacer eso.

El grifo se encogió de alas, y los dos continuaron un buen tramo más. En cierto punto encontraron una pequeña cascada interior que arrastraba una gran cantidad de agua. El oso advirtió a su hermano que cruzaran con cuidado para no meter la gamba de que le cayera una roca encima a la velocidad a la que iba el mismo riachuelo y lo dejara inconsciente, instante en que alucinarían en colores. Sin embargo, pese a la advertencia, a Shinke le patinó una de las patas de león, y en un intento de querer mantener estabilidad, la lámpara se estrelló y se cayó al agua, arrastrada inmediatamente a lo largo del rio.,

-¡Arg! -graznó el otro. -¡Maldita sea, no veo nada! Está bien... Te perseguiré por el olfato. Es la única forma que me veo saliendo de aquí.

-Bien. Marcaré algunas piedras. No sea que te pierdas.

El grifo asintió con la cabeza, pero no pudo ver si Baka le había visto o no por la completa oscuridad. Intento mantener la calma como podía siguió avanzando a cuatro patas para no recibir ningún golpe, confiando en su instinto animal tanto como pudiera. El olor de Baja era muy característico, pero al mismo tiempo, muy familiar. Lo conocía desde que tenía tres años, así que estaba acostumbrado a él.

Otro fragmento de otro riachuelo les cortó el paso y por ente, se llevó todo rastro de Baka. Shinke suspiró pero rebuscó tras saltar el paso una piedra o algo que le indicara que su hermano había pasado por ahí. Olfateó una piedra, y tras encontrar el aroma de su hermano, siguió avanzando sin problemas. Realmente estaban bien coordinados los dos, y eso gustaba bastante.

Podía escuchar, de fondo, a su hermano cantar. Siendo un oso, no es que lo hiciera como las estrellas, pero a Shinke tampoco le molestaba demasiado. Su hermano siempre había sido un poco inocente, simpático, y eso de cantar lo llevaba de sangre por parte de padre, así que tampoco podía quejarse. Además, elegía letras que relajaban al grifo, como esa que estaba cantando ahora, donde una madre iba guiando a su hijo aunque el cielo estuviera oscuro y nada lo iluminara. Si en el fondo, era inteligente

Shinke perdió por unos segundos el rastro de su hermano. Se detuvo, olfateando, pero no lo encontró, y buscó la primera piedra que había cerca. Nada, no había suerte. El grifo intentó gritar, pero no escuchó a nadie. Su hermano no respondía... ¿Que había pasado? Avanzó un poco más y sintió que le fallaba un pie, así que se detuvo: Más adelante sólo parecía haber un barranco, así que no era seguro. Espera, un barranco... Entonces..-.

-... ¡Baka! ¡Baka!

El grifo perdió los nervios. Lo último que le faltaba era ver a su hermano desaparecido o incluso muerto por un error de cálculo. No creía creerlo, normalmente no solía cometer esos errores, pero estando por él, además de la oscuridad... ¿Y si realmente se había caído? No, tal vez se había desviado. Había escuchado caer una mole tan grande, ¿No? ¿NO?

Retrocedió un par de paso y soltó un graznido al notar algo frío detrás de él. Asustado dio media vuelta y repitió el proceso, aunque se detuvo al notar que estaba a punto de caerse si seguía por ahí. Olfateaba a todos lados, miraba en busca de un punto de luz, pero no lo encontraba, y con las alas podía tocar el techo, así que era imposible volar. Si su hermano se había muerto, él estaba perdido. Perdido y sin Baka en la inmensidad de la cueva.

-Vale... Calma, calma, Shinke. -gruñó, intentando centrarse. -No, vamos. No debes huir. Huir es de cobardes. Eres un grifo, pero sabes pensar. Puedes hacerlo, puedes tener mejores ideas que empezar a golpearte por todos lados. -intentaba mantener sus ideas en orden, pese a que el instinto le estaba forzando a sobrevivir usando métodos rudimentarios. Era horrible: Sentía que era estúpido seguir pensando y que lo mejor era dejarse llevar, pese a que luchaba horrores contra esa idea. Si se dejaba llevar, perdería su lado consciente. Estaría perdido del todo... Tenía que pelear como fuera.

-Vamos... -gimió, casi llorando. -No... Vamos Shinke... Es bueno pensar... Piensa... Piensa...

Piensa...

No, no le era útil pensar. Esa decisión se clavaba en su cerebro y cada vez más machacaba su voluntad. Shinke lloraba, pero de rabia porque en el fondo, muy en el fondo, sabía que eso estaba mal. No tardaría en absoluto en ceder, y lanzarse por instinto hasta encontrar una luz, o la muerte. O ambos, dependiendo de como se viera.

Algo se le tiró encima, y directamente perdió el control. El grifo decidió que tenía que sobrevivir, así que fuera lo que le fuera, le hundió el pico y procuró sacárselo de encima. La criatura rugió y se apartó, aunque por el olor, estaba cerca de él. Tenía que matarlo; podía empujarlo por el barranco, mejor que mejor.

Otra vez, otro peso encima, pero esta vez actuaba con conciencia. Le empujó contra lo que parecía ser una pared de roca, y el grifo gruñó, pero el momento de dolor fue suficiente para entender que tal vez tenía que plantearse una estrategia mejor. Fue en aquel momento que escuchó una voz familiar y todo cambió de golpe, recordando el momento.

-¡Shinke, por favor, contrólate!

Shinke volvió en sí poco a poco, haciendo un esfuerzo mental por mantenerse en linea, y se incorporó, suspirando un poco. Sí, ese era el olor de su hermano. Ni corto ni perezoso, se lanzó encima y lo achuchó un poco, con el cuerpo temblando de miedo. Casi había estado a punto de perderlo.

-¡Baka! Joder, Baka... Pensaba que habías caído o algo...

-Burro... Soy un oso... No soy tan torpe como crees. -respondió su hermano. No se quejó del abrazo de hermano, y le dio el suyo, aunque con cuidado de no pasarse con la fuerza y meter la gamba. -Había retrocedido al notar un abismo ahí delante. Si te sacas de encima, te puedo conducir hasta la salida.

¿Una salida? El grifo recuperó la compostura y se apartó, dejando que el oso se incorporada y siguiera avanzando. Le empezó a seguir, pero esta vez mucho más cerca, casi notando el costado de su hermano en su ala, con la intención de no perderlo de buenas a primeras. El otro no se quejó, aunque era un poco incordio tener a un acompañante así de pegado.

Al cabo de unos minutos, empezó a notar como una brisa cercana. El grifo echó a correr inmediatamente en cuanto vio la luz y se dejó ver, olvidando por unos instantes las advertencias de sus padres de permanecer escondidos a ojos del resto de mortales. Sintió la luz del sol, el calor, en sus plumas, y estiró las alas para notar la libertad a través de ellas. Por primera vez podía notar que era libre, muy libre.

El oso apareció detrás suyo. Llevaba la mochila a cuestas, así que tras revisar que nadie miraba, la dejó en el suelo. Se encontraban al principio de un camino estrecho que bordeaba la montaña cuesta arriba, tal vez en dirección al templo. Se habían desviado bastante, pero el hecho de que la cueva estuviera llena de riachuelos les había permitido beber y recuperar algo de fuerzas y líquido.

-Ya era hora... -suspiró Shinke, mientras su hermano iba recuperando su forma humana. -No quiero volver a entrar en una cueva, o al menos, no tan al fondo. Te lo juro, es tétrico. Al menos para mí, que no puedo volar ahí dentro... He estado a punto de perder la cabeza.

-Rectifica. -su hermano se acercó a la mochila para sacar su ropa de vestir, después de quedarse tal y como dios lo trajo al mundo. -Has perdido la cabeza. Ya es la segunda vez que te ocurre... Sea como sea, necesitas ayuda y la necesitas ya. Tal vez dormir te sirva.

El oso se siguió vistiendo, colocándose bien la ropa. En cuanto la tela marrón cubría gran parte de su cuerpo se puso el cinturón para sujetar bien la ropa y finalmente se puso los zapatos de cuero grueso para no coger frío. Se colocó la bolsa en la espalda, y miró al grifo, que permanecía mirando las zarpas delanteras, sorprendido.

-¿Y ahora qué, Shinke? En serio, ¿Más problemas?

-Uno muy gordo... No puedo cambiar de forma.

-... Oh, vamos, Shinke. Recuerda, es fácil. Piensa... Tienes que aceptar quien eres, y visualizar como eras. Cierras los ojos, inspiras, e intentas pensar cómo eras cuando tenías forma humana. Lo sabes, sabes que no te gusta, igual que a mí, pero ti-

-Baka, que no puedo. -gruñó el grifo, mirando a su hermano con los ojos como platos, el brillo dorado casi atravesando el alma. -No puedo recordar quien era antes. Lo estoy intentando, pero no lo consigo. No recuerdo... Nada... -soltó un graznido, y se llevó las zarpas a la cabeza. El hermano le sujetó los hgombros a tiempo, y procuró que el mismo no volviera a descontrolarse.

-Shinke, tranquilo. ¿Vale? Está bien... La situación se nos escapa, pero puedes luchar aún, ¿Entendido? Vamos al templo, duermes, y mañana seguramente habrás recordado todo...

-Pero...

-No hay peros que valgan. Céntrate. -le sugirió, rebuscando en la mochila. Al iniciar el viaje, los dos llevaban una vestimenta larga con una capucha. Era temporal, para que sus padres no se pusieran tristes por no querer llevar algo así, pero realmente no les interesaba. A Shinke le iba mejor la ropa de parkour que su padre le había conseguido desde Rusia, su país natal, y a él la que llevaba encima, que era parecida. Cogió la tela enorme, y procuró vestiro a Shinke como pudo. Al ver que aún le asomaba parte por el pecho, cogió la otra tela y la colocó por encima, suspirando.

-... Esto no va a funcionar. Me van a ver.

-No te van a ver. -le contestó el oso, tapando la cabeza de su hermano con la capucha. -¿Ves? Si mantienes la cabeza gacha, nadie se dará cuenta.

-Las alas...

-Mantenlas plegadas. Llevarás las bolsas dentro de la ropa, así abultarán. Y si preguntan, eres un jorobado. -el oso estaba improvisando todo lo posible. -Les diré que no puedes hablar y que por eso vamos de templo en templo en busca de una cura. En cuanto consigamos dormir, verás como puedes recuperar tu forma.

Procuraba mantener la calma, pero por dentro era Baka el que estaba atacado de los nervios. Si su hermano no podía recordar nada de su otra vida, aquello quería decir que cada vez estaba perdiendo más el "Control". No era el hecho de dominar una bestia que los hubiera poseído. Ellos eran la bestia. Simplemente, vivían rodeados de humanos y obligados a mantener una vida lejos de la que desearían. Sin embargo, si se les inculcaban ideas que les pusieran en peligro, acabarían volviendo a una vida salvaje que, sí, les iría genial, pero les condenaría. A esas alturas de la vida, los cambiantes ya no podían vivir ignorando a la humanidad y tomando por base que eran una raza inferior a la que debían ignorar. Cierto, eran una raza inferior, pero estaban rodeados, y eran numerosos. Podían matarlos en cualquier momento.

-Baka...

-Saldremos de esta. -le confesó, mimando la espalda a su hermano. -Y ahora, tranquilo. Subamos este camino con calma hasta llegar arriba... O a donde sea.

El grifo asintió con la cabeza, y se dejó arrastrar, avanzando junto con su hermano. Durante el camino, permaneció en silencio, haciendo el esfuierzo por recordar. Pero daba la sensación que, de no ser porque lo sabía, era como si siempre hubiera sido un grifo toda su vida. La otra, la que tenía al público... Había desaparecido de su mente. Para siempre.

***

En cuanto llegaron al enorme portón, el oso jadeó apoyándose en el mismo. Trescientos cincuenta escalones, eso era lo que habían tenido que subir para poder llegar hasta allí arriba. Lo que uno hacía por su hermano, sin lugar a dudas, pero a veces le podían las fuerzas de la gravedad y su sobrepeso.

El grifo lo miraba con detenimiento desde la capucha. Ojalá hubiera podido hacer algo mejor, como echar a volar. Eran esos los momentos en los que se planteaba desvelarse al mundo y dejar bien claro que existían cambiantes, pero luego pensaba en la cantidad de balas que recibiría en el cuerpo y se echaba atrás. Dejó a su hermano descansar y a continuación, picó a la puerta.

-¡Loco! -susurró el oso. -¡Escondes esas garras! ¡Te van a ver!

-Perdona...

Baka negó con la cabeza y luego esperó a que el enorme portal se abriera, mostrando a un monje bastante joven, con la cabeza rapada, y con una sábana roja cubriendo su cuerpo. Los miraba sorprendido, casi se podía decir que hasta asustado, y el grifo agachó más la cabeza para que no le viera el enorme pico.

-Disculpe. -comenzó el hermano. -Buen amigo, somos dos viajeros que estamos buscando una cura para la amnésia de mi hermano mayor... Nos hemos perdido y tememos que la noche nos caiga y nos pille en medio de la nada. ¿Sería posible que nos acogieran aquí?

-Eh... Bueno...

El joven hizo un movimiento leve con la cabeza intentando saciar su curiosidad sobre que había debajo de esa capucha, pero Shinke movió rápidamente el cuerpo para que no le pudiera ver y se cubriera con la oscuridad de su propio cuerpo.

-... Claro... Sí, les acompañaré hasta el maestro.

El oso asintió con la cabeza, y cogió a su hermano del brazo para que avanzara junto con él. En el interior del enorme templo, cuatro columnas altísimas sujetaban un techo que se encontraba a decenas de metros de donde se encontraban. Al fondo, una pared estaba decorada con un cuadro de tela del fundador de aquel lugar y dos escaleras, una a cada lado, permitían subir hasta arriba. La sala tenía dos entradas laterales, que estaban decoradas por arcos de pared rojos que les daban una forma curiosa gracias a las cabezas de dragón que habían por ahí cercanas.

-Si me acompañan...

Baka tuvo que ayudar a su hermano para que no se le viera nada mientras subía los peldaños de las escaleras. Era complicado irse escondiendo a medida que les iban colocando obstáculos como ese. En cuanto llegaron al piso superior, el monje les acercó a la puerta que llevaba a la habitación del maestro, y picó un par de veces a la puerta. Una voz dentro les indicó que pasaran, y el joven chico les abrió.

Dentro de la estancia rectangular habían tres personas: Una era muy mayor, y Baka no dudó ni un segundo que ese segúramente era el maestro y el que dirigía todo el lugar. El maestro lo miró con una leve sonrisa de oreja a oreja, las manos en la espalda, y el cuerpo encorvado levemente hacia adelante.

Baka se inclinó levemente para saludar, y dirigió la mirada a la segunda: Se trataba de una muchacha que vestía bastante simple, pero con una mirada de preocupación y se encontraba con los brazos cruzados. El tercero, Sin embargo, no recibió la misma cortesía ni de lejos: El otro era un joven alto, de pelo alargado y amarillo tirando a verdoso, con unos ojos del mismo color que en ese instante parecían exhalar fuego. Lo miraba en una mezcla de miedo y sorpresa, y el oso no pudo evitar sentirse levemente intimidado, aunque la voz del maestro lo calmó:

-Hola. Bienvenidos... ¿Vienen a pasar la estancia??

-Estancia y rezar. -le contestó Baka. -Siento la aparición tan repentina; les prometemos que pagaremos bien.

-Aquí no aceptamos otra moneda que no sea conocimiento, chico. -confesó el maestro, acercándose un poco a paso lento. -¿Tienes algo que contarnos del mundo exterior? ¿Algo que nos pueda servir en el día a día?

¿Algo así? Baka empezó a pensar pero se detuvo de inmediato: Ahora mismo tenía otras prioridades más grandes como por ejemplo su hermano, por lo que decidió improvisar más adelante, cuando no estuvieran en un aprieto.

-Seguramente mi conocimiento podrá estar a vuestro servicio, maestro.

-¡Perfecto! -de repente el hombre se mostraba con auténtica energía. Se tapó un momento la nariz con un pañuelo y a continuación, añadió: -Damaru, hijo. ¿Podrías acompañarlos a alguna habitación que puedan tener libre, y contar a que hora vamos a meditar a la sala central?

Damaru los observó unos segundos, y Baka sintió como si lo atravesaran. Sentía que algo no andaba bien en ese joven, algo extraño, místico... Pero no conseguía averiguar el qué. El joven avanzó, y se dirigió a su maestro, serio y frio.

-Lo haré. -le contestó. -Y sobre lo hablado...

-Tomaré medidas, no te preocupes.

Baka observó que la respuesta no parecía convencer mucho al dragón pero no quiso meterse en camisas de once varas y asuntos ajenos. Apartó la vista para no volver a encontrarse con una mirada fría y tétrica y se apartó para dejar que el muchacho les guiara. Con el brazo, tiró de su hermano para que le empezara a seguir, y se despidió del maestro.

El oso observaba con curiosidad el entorno. Había estado en varios templos: Su padre le había llevado a dos en los que podía ser perfectamente el animal que era gracias a que lo conocían y a que solían ser sitios cerrados, no como ese, que estaba abierto al público. Pero no podía evitar hacer algo que tenía por costumbre: Olfatear. Discretamentee, eso sí, pero le apetecía reconocer el sitio.

-No hay perros. -respondió de golpe Damaru, los brazos ocultos tras la túnica. -Si es lo que estáis buscando. No se permiten animales.

Baka dejó de oler en cuanto escuchó al de delante. Esa respuesta si que no se la esperaba. ¿Le había escuchado? Había sido muy discreto, a decir verdad. Nadie había sido capaz de detectarlo en esos actos. Ni siquiera Shinke, que gozaba bastante de buen oído -aunque de mejor vista, sin duda. -Tal vez se había excedido... Era la única explicación que le encontraba.

-Es un lugar muy bonito. ¿Cuanto...?

-1750 años. -respondió el otro de forma seca. -Se alzó como un pequeño altar, y se fue construyendo alrededor. La gran sala es lo primero que hubo, luego fue avanzando poco a poco hasta tener lo que véis ahora mismo.

El oso observó que, tras pasar por uno de los pasillos, se encontraban en medio de la sala grande antes mencionada. En aquel instante, unos cuantos monjes estaban allí, meditando sobre temas trascendentes, como diría su hermano. A él le parecían bastante interesantes, aunque no tuvo demasiado con que opinar: Damaru avanzó sin avisar al personal.

En unos minutos, el joven les dejó delante de una puerta de madera. Baka la observó, pensativo, pero con la alegría de que al menos había conseguido un sitio donde refugiarse. Les daba igualdóndee dormir, estaban acostumbrados a hacerlo en el suelo. Pero al menos un poco de protección les ayudaría a bajar la guardia y el nivel de paranoia supremo que estaban sufriendo últimamente.

-... Gracias. -respondió el oso al final. -Agradecemos vuestra hospitalidad.

-No se la merece. -les invitó Damaru, dejando que el oso y el grifo se metieron en la habitación. En cuanto cerraron la puerta, el dragón cambió su rostro por una expresión fría, calculadora, y meticulosa.

Esos no eran normales, se les olía de un kilómetro lejos. Esos dos eran distintos, eran como él; lo podía saber por la mezcla de olor animal y humano que él mismo tenía en su cuerpo, o por los movimientos que hacía el humano que parecía un oso de verdad. El dragón bajó la vista al suelo, y recogió de ahí una pluma de un color blanco, llevándola a su rostro. La olió profundamente... Sí, uno de esos dos olía igual.

-¿Ya has podido acompañarlos?

La voz le era tremendamente familiar. Se dio la vuelta para encontrarse de nuevo con su eterna amiga, que esa vez cargaba con un cesto de ropa distinta a la anterior. La pobre iba bajando y subiendo para poder recoger toda la que podía y llevarla a tender.

-Sí... Ya he podido. -le informó, avanzando en dirección contraria. Lima empezó a seguirlo al ver que la estaba ignorando. -Y me temo que no son nada normales.

-¿Crees que tiene que ver con eso que has visto antes? ¿Estás seguiro que era un grifo?

-Créeme, lo era... Un segundo. -miró la pluma, y luego a la humana, mientras sentía que en su cabeza se juntaban las piezas. -Son cambiantes... Uno de ellos debe de ser el grifo.

-Pues con esa masa grasa no se yo si puede volar...

-No... El otro. Está escondido por algo... -murmuró,enseñando la pluma a Lima. -Les he estado acompañando, y huelen como yo, pero distinto. Y esto es una pluma que he encontrado por el pasillo. Huele... Igual que un cambiante. -sospechó.

-... Lo que significa que uno de esos, si estás en lo cierto, debe de estar en su forma antro, ¿No?

-Adivina.

Damaru no se cortó. Antes de que Lima pudiera frenarlo, el chaval se lanzó con grandes pasos hasta la puerta, y sin cortarse un pelo, la abrió de inmediato. La muchacha, que estaba detrás, se quedó mirando el interior, con dos ojos como naranjas. Siempre había vivido con el dragón, pero hasta ahora pensaba que el joven había salido de un cuento de fantasía. Aquello alcanzaba un nuevo nivel.

Delante de la habitación tenía un oso antropomorfo, y un grifo cubierto por dos túnicas, que los miraban sorprendidos.

-... Y esto se empieza a complicar. -murmuró Lima, con los brazos cruzados.

6 bestias: Capítulo 7: El gran viaje

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6 bestias: Capítulo 5: Padre mío que estás en la tierra...

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6 bestias - Capítulo 3: El abuelo, la niña, y el príncipe de fuego.

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