Crónicas de la Frontera: Capítulo XII
#14 of Crónicas de la Frontera
Sí, ya sé que llega con mucho retraso, pero por fin traigo el siguiente capítulo de Crónicas de la Frontera ^^U El primero subido en 2013 y, además, un capítulo especial, por varios motivos que no desvelaré :P
En fin, no sé cómo me irán las cosas ahora ni si seré capaz de mantener el mismo ritmo de escritura que antes de Navidades (pues, por diferentes razones, veo que cada vez tengo menos y menos tiempo para escribir), pero espero que no me cueste mucho más de dos semanas para mantener un ritmo algo más aceptable que el de este último capítulo, por lo menos.
Y eso es todo. Me ha gustado mucho escribir este capítulo, ¡espero que a vosotros también os guste leerlo! ^^¡ Muchas gracias por seguir la historia! :P
-Deberíamos salir a buscarle. Ya. No hay tiempo que perder.
-¿Y dejar sólo a Raon otra vez? Mira, Inoa, lamento decírtelo, pero ahora mismo, considero que es más importante...
-¡Me importa una mierda lo que consideres, Loki! -casi chilló la liebre, con el pelaje de sus orejas ligeramente erizado -. ¡Todo por lo que hemos estado luchando todo este tiempo se está desvaneciendo poco a poco y, aún así, tú no haces nada por evitarlo!
Loki sostuvo su mirada durante unos instantes, hasta que finalmente bajó la cabeza, dejando escapar un suspiro, y hundió los hombros, derrotado.
Ambos estaban en el interior de la tienda de Raizac, junto a Raon, que continuaba inconsciente en el lecho del líder de la caravana. Tras haber dado vueltas a lo largo y ancho de todo el campamento y haber preguntado a toda criatura viva con la que se había cruzado, Inoa había vuelto para asegurarse de que el Humano continuaba en buen estado... como si se tratase de una reliquia, o un mero objeto entre sus manos. En cuanto se había enterado de lo que había sucedido entre Jarek y Rukj, la liebre había estado a punto de salir, en primer lugar, en busca del lobo negro para decirle un par de cosas. Por suerte, Loki había logrado contenerla. A pesar de todo, llevaba un buen rato sin saber exactamente dónde se había metido Rukj y, aunque empezaba a sentirse un poco preocupado, sabía que en aquel momento por el que realmente debía temer era por Jarek.
Tras haberse serenado un poco, Inoa había comenzado a insistir en ir a buscar al lobo de pelaje cobrizo antes de que se alejara demasiado del campamento y "lo perdieran". Loki había torcido el gesto ante la expresión, y había estado tentado de decirle a la liebre que dejara de tratar a los dos Eslabones como si fueran alguna especie de joya preciosa, pero finalmente había sacudido la cabeza y había decidido que era mejor desistir, por el momento. Inoa parecía decidida a seguir insistiendo en proteger a aquellos dos costara lo que costase, incluso aunque aquello supusiera privarles de su libertad.
Y aquello, simplemente, era algo con lo que Loki no podía ni quería estar de acuerdo.
-Se marchará, Loki. Ese lobo testarudo se perderá y, ¿entonces qué? ¿Tendremos que hacernos a la idea de que hemos perdido a uno de los Eslabones por una simple riña entre bravucones?
-Ha sido más que eso -musitó Loki, sintiéndose algo molesto porque la liebre simplificara tanto los hechos.
-Me da igual. Yo lo único que sé es que las cosas llevan yendo de mal en peor desde que todo esto empezó... -hizo una pausa, dirigiendo una rápida mirada al cuerpo inconsciente de Raon y, a continuación, preguntó -. ¿Cómo puedes estar tan tranquilo? ¿Cómo puedes no hacer nada... por evitar todo esto?
-¡No estoy tranquilo! -replicó Loki, alzando la voz un poco, con gesto hastiado -. Que te quede claro, Inoa: lo que está pasando me preocupa igual o más que a ti. Pero, ¿qué quieres que haga? ¿Levantar las manos al cielo y ponerme a gritar y cargar contra todo el mundo? No, gracias -murmuró, y a continuación dijo, en voz algo más baja -. Eso ya lo haces tú...
Inoa calló, cogida por sorpresa.
A continuación, desviando la mirada al suelo, dejó escapar un suspiro y se dejó caer en el asiento más próximo, sin saber exactamente qué decir. Los dos miembros de la Orden de los Cachorros de Kara permanecieron en un incómodo y tenso silencio durante unos minutos. Los únicos sonidos que podían ser escuchados en aquel preciso momento eran la tranquila respiración del Humano y, en el exterior, los movimientos y conversaciones del resto del campamento. Éste iba despertándose poco a poco con lentitud y parsimonia, como si el intento de asesinato del Humano que viajaba con la caravana no hubiera tenido lugar en ningún momento. Aunque, para ser sincero, a Loki le extrañaba que hubiera alguien que no se hubiera enterado todavía. Sobre todo, teniendo en cuenta que Inoa se había encargado de interrogar a todo aquel que aún no supiera lo que había sucedido...
En ese instante, la lona de la entrada se hizo a un lado y Ailec entró en la tienda, con expresión algo distraída. Al descubrir a Loki observándole con curiosidad desde uno de los asientos pareció animarse un poco, y casi esbozó una leve sonrisa.
-¿Alguna novedad? -preguntó en aquel momento Inoa, consiguiendo que el toro rompiera el contacto visual con el lince para clavar su mirada en ella.
-Nada. No va a ser fácil conseguir una confesión y no tenemos forma de saber quién pudo ser el que pagó al asesino para que acabara con el Humano -explicó el hijo del líder de la caravana, encogiéndose de hombros -. Así que me temo que las cosas se quedarán como están.
Inoa sostuvo la mirada del toro durante unos instantes y la ira pareció burbujear de nuevo en su interior como la lava en la chimenea de un volcán. Finalmente, pareció tranquilizarse y asentir, dejando escapar un suspiro.
-Supongo que no podemos saberlo, es cierto -murmuró, rindiéndose a la evidencia. Sin embargo, tras unos instantes, volvió a levantar la mirada, con un brillo de preocupación en sus ojos negros como el carbón -. Pero, ¿qué ocurrirá si alguien vuelve a intentar hacer algo? ¿Cómo podremos estar preparados?
-Lo estaremos -respondió en aquel momento una voz ronca y profunda desde la entrada. Loki alzó la mirada, algo sorprendido. Hasta aquel momento no se había dado cuenta de que Ailec no había venido solo -. Si cualquier mercenario se atreve a ponerle una zarpa encima a Raon de nuevo... tendrá que vérselas conmigo.
Rukj entró en la tienda corriendo la lona a sus espaldas, antes de dirigir una mirada de entendimiento a Ailec, que asintió en silencio, como si estuviera de acuerdo con lo que acababa de decir.
Inoa, sin embargo, observaba al lobo negro alzando una ceja, como si interiormente se cuestionase que fuera capaz de manejar la situación con tanta facilidad como presumía. Con la incredulidad pintada en sus pupilas, abrió la boca para decir algo, pero alguien se le adelantó para preguntar algo que no tenía absolutamente nada que ver con lo que ella iba a decir.
-¿Dónde estabas?
La voz había salido de la garganta de Loki.
Rukj, cogido por sorpresa ante aquella pregunta, tardó unos segundos en contestar. Había percibido claramente el extraño tono en la voz del lince.
-He ido a inspeccionar los alrededores. Por si a alguien se le había ocurrido abandonar el campamento durante la confusión. Pensé que la Bestia que quiere ver muerto a Raon podría haber intentado escapar...
-Tiene sentido -aprobó Ailec.
-Sí... -corroboró Inoa, asintiendo lentamente -. Me alegro de ver que alguien ha hecho algo de utilidad por una vez.
Rukj abrió la boca para decir algo, pero no pudo hacerlo antes de que la voz de Loki volviera a interrumpir a alguien que estaba a punto de hablar por segunda vez en apenas unos segundos.
-Estaba preocupado.
Las miradas de todos los presentes se giraron con cierta sorpresa hacia el lince, que no varió ni un ápice su expresión. Con la mirada fija en el lobo negro y, sabiendo que por más que esperara no obtendría una respuesta, añadió:
-Te marchaste sin... avisar. Comprende que no me gusta ver como todos os vais sin dar ninguna explicación.
Rukj ladeó la cabeza.
-Lo... siento.
Loki tardó unos instantes en reaccionar.
Finalmente, dejando escapar un suspiro, se echó hacia atrás en su asiento, cerrando los ojos con cansancio.
-Da igual -se tomó un tiempo antes de continuar hablando -. Me imaginaba que volverías y darías explicaciones. Pero... dudo que Jarek vaya a hacer lo mismo.
El lobo entendió a lo que se refería y entrecerró los ojos, algo molesto.
-Se marchó porque quiso. Yo no le dije que lo hiciera.
Inoa dirigió una breve mirada de reojo a Ailec, sin saber muy bien si debían o no intervenir en aquella conversación. Por algún motivo, tenía la impresión de que ambos no eran más que meros espectadores.
-Pero tampoco se lo impediste -dijo Loki, abriendo los ojos y dirigiéndole una mirada entre molesta y dolida -. Y seamos sinceros, ¡no hiciste más que humillarle! Le golpeaste con tanta fuerza que...
-Fue él el que se lo buscó -replicó Rukj, interrumpiéndole, con un gruñido sordo -. Yo no fui el que comenzó la pelea.
-¡Pero tampoco la detuviste! -casi gritó Loki, para el asombro de los tres presentes, que no esperaban una reacción tan efusiva por su parte -. ¡Es un Eslabón, Rukj! ¡Y yo creía que tú me ayudarías a protegerle, no que te pondrías a su nivel y le dejarías marchar a la primera de cambio... por una estúpida pelea! ¡Que no te esforzaste por detener!
-¿Y qué querías que hiciera? -preguntó el lobo, en voz algo más baja. La indignación de Loki desapareció rápidamente al percibir, en su tono, una leve huella de dolor -. ¿Qué querías que hiciera?
El lince tardó en contestar unos instantes.
-No exigirle tanto -respondió, finalmente, en voz baja -. No todos están hechos de piedra, Rukj. Puede que Jarek no sea capaz de hacer mucho y que esta situación le desborde, pero es natural... No esperes que dé más de sí. Porque si le insistes para que lo haga, al final ocurrirá esto -añadió, dirigiéndole de paso una mirada de reojo a Inoa para que entendiese que aquella última frase también iba dirigida a ella -. Yo... en el fondo, comprendo a Jarek. Si me sintiera incapaz de ayudar, de dar todo lo que los demás esperan de mí... también me marcharía.
-¿Que Jarek ha hecho qué? -se escuchó en aquel momento una voz, perteneciente a alguien con el que nadie contaba ya. Una voz que sonaba ligeramente molesta e indignada, y en la que se averiguaba una preocupación creciente.
Loki sabía a quién pertenecía incluso antes de girarse sobre su asiento para descubrirlo.
Raon, incorporado sobre el lecho en el que le habían colocado, deslizó la mirada por todos y cada uno de los presentes, tratando de recibir una respuesta satisfactoria. Sin embargo, el silencio fue casi tan elocuente como lo hubiera sido una respuesta elaborada.
El Humano frunció el ceño.
-Espera, Raon. Raon, escúchame. ¡Raon! -casi gritó Rukj, al percibir que el Humano estaba ignorándole. Con aquel último rugido, el joven se giró sobre sus talones para enfrentarse a él, con una expresión que no parecía especialmente dispuesta a cooperar -. No estás en condiciones de luchar. Sin la mano izquierda, apenas sabrás cómo manejar un arma... ¿de verdad crees que es sensato que salgas a buscarle en este estado?
Raon desvió la mirada hacia la tienda, pensativo. Tras haber salido de la tienda se había encaminado, sin perder ni un tan sólo segundo, a la carreta que guardaba todos los suministros de la caravana, con la esperanza de descubrir allí algo con lo que defenderse fuera del campamento. Al parecer, no había sido tan mala idea como había pensado en un principio, pues en el interior del carro había encontrado gran cantidad de lanzas, de distintos tamaños, que podrían fácilmente sustituir a la que había perdido hacía ya un par de noches en Cellisca Nívea.
Había sido en ese preciso momento, cuando estaba eligiendo la lanza más adecuada con la que luchar, cuando Rukj había aparecido. Y, en su interior, Raon estaba empezando a pensar irónicamente que había tardado demasiado en hacerlo.
-Me da igual -respondió, levantando la mirada y clavándola fijamente en los ojos ambarinos del lobo negro, desafiante -. Deberíais haber salido a buscarle ya, Rukj. ¡Sabes que él sólo no será capaz de defenderse ahí fuera!
Rukj acusó el desafío en la mirada del Humano y no pudo evitar pensar que casi no parecía el mismo. ¿Desde cuándo tenía el valor suficiente para levantarle la voz de aquella manera? ¿Y desde cuándo había tal cantidad de rabia e ira acumulada en lo más profundo de sus pupilas? En silencio, Rukj se preguntó si aquello podría ser resultado de la desaparición de Jarek... y del hipotético vínculo que unía a ambos. ¿Eran aquellas las consecuencias que tenían lugar al separar a ambos Eslabones?
-Se marchó por voluntad propia, Raon.
-No. No es verdad. Él jamás se marcharía por voluntad propia. Y tú lo sabes, Rukj -añadió, dirigiéndole una mirada suspicaz -. Somos todo lo que le queda. Perdió todo lo que le importaba en aquel incendio. Éramos... éramos todo lo que tenía...
Una extraña debilidad invadió su cuerpo y, sin saber por qué, sintió la necesidad de apoyarse contra algo sólido. En silencio, se dejó caer contra una de las paredes de la carreta, dejando escapar un suspiro, y echando de menos la presencia de Jarek a su lado. Sabía que, de haber estado allí, habría sido en él en quien habría decidido apoyarse. Los dedos de su mano derecha se cerraron con más fuerza en torno a la lanza que había elegido, con añoranza.
Rukj percibió los cambios en su expresión y cerró el hocico, algo alarmado. Había algo, una pequeña cuestión, un pensamiento algo disparatado abriéndose paso a través de su mente... como un gusano, removiéndole por dentro. Algo le decía que, aunque antes no hubiera sido capaz de darse cuenta de ello, las cosas habían cambiado de alguna manera entre el Humano y el lobo cuando él no había estado cerca. Y no tardó en darse cuenta de por qué.
-Tú... -murmuró, sobrecogido -. Tú realmente aprecias a Jarek, ¿no es cierto?
Raon levantó la mirada, sorprendido.
En aquella mirada, Rukj vio reflejado un centenar de dudas. Dudas que antes, cuando el joven había compartido la cabaña sólo con él, cuando la vida se había basado en sobrevivir sin ser vistos... jamás habían existido.
Era aquel viaje el que estaba provocando todas aquellas dudas.
Raon, su protegido desde que apenas era un cachorro... estaba cambiando. Y él no había sido capaz de darse cuenta de ello y de adaptarse a los cambios conforme se producían. Ahora... ahora lo veía claro.
Aquellos cambios... no le afectaban sólo a él.
-Le quiero cerca, Rukj -respondió Raon, con un hilo de voz -. Y por eso me duele tanto... que hayas hecho que se vaya.
El lobo negro bajó la mirada, sin saber exactamente qué decir.
Dejando escapar un suspiro consternado, se apoyó contra la pared al lado del Humano, mientras éste se dejaba caer al suelo con los brazos cruzados sobre el estómago. <<Esto es de locos...>> se dijo a sí mismo, sacudiendo la cabeza <<. ¿Qué me está pasando últimamente? Debería saber controlar estas cosas... >>
Raon no era el único que estaba cambiando, desgraciadamente. Y durante aquellos últimos días, Rukj era consciente de que él mismo se estaba sometiendo a demasiado esfuerzo... y que, por más que quisiera ocultarlo, estaba sufriendo por aquella situación. ¿Tal vez... Raon y Loki tuvieran razón? ¿Tal vez estuviera siendo injusto con el lobezno sin motivo aparente? Por un momento, tuvo la duda de si el joven lobo realmente se merecía su desprecio o si... había pagado con él todas las dudas que estaban empezando a acumularse en su interior.
Alzó la cabeza, clavando la mirada en el cielo.
¿Quién era él, para empezar, como para permitirse intervenir en todo aquel lío? Era cierto que había cuidado y protegido a Raon desde el día de su nacimiento, pero... ¿acaso le necesitaba él para algo más? Loki le guiaría en su camino para salvarles a todos. Jarek le estaría a su lado, dándole todo lo que necesitara. Y Raon sabía defenderse él solo; las circunstancias lo estaban demostrando. Tal vez, en el fondo... el miedo a haber dejado de ser útil le hubiera hecho comportarse de manera estúpida últimamente.
Sin embargo, y por suerte para él, en ese instante regresó a su mente un mínimo atisbo de racionalidad. La racionalidad a la que llevaba ciñéndose años. La que tanto le había caracterizado.
Daba igual por qué se hubiera provocado aquello. Había que solucionarlo. Los Eslabones tenían que reunir a ambas razas y restaurar la Red, él mismo quería que aquello sucediera. Y estando quieto no iba a conseguir nada.
Las cosas eran así.
Y no había ninguna posible objeción.
-Esa lanza es demasiado larga. Necesitarás una un poco más corta si quieres acertar a algo con tu mano derecha.
Raon alzó la mirada hacia él, sorprendido.
-¿Qué...?
-Tienes razón. Pero no hay tiempo para hablar de ello ahora -le interrumpió el lobo, mientras seleccionaba otra lanza de entre las que estaban apiladas en un montón y se la tendía al Humano -. Tenemos que ir a encontrar a ese lobo inútil y traerle de vuelta aquí, contigo.
Raon no apartó la mirada de él, todavía sin entender exactamente qué estaba ocurriendo. Con la boca abierta, se levantó y, separándose de la pared, alargó la mano hacia la lanza. Dudó un poco, sin embargo, antes de cerrar los dedos en torno a ella.
-Entonces... -murmuró, sin comprender -. ¿Has cambiado de idea?
Rukj esbozó algo parecido a una sonrisa. El joven no pudo evitar pensar que no era un gesto propio de él, y que si bien quedaba agradable en el rostro de Jarek, no lo hacía tanto en el del lobo negro.
-No -respondió él, con una falsa sequedad, haciendo un gesto de impaciencia con la lanza. Su sonrisa había desaparecido, aunque la huella aún estaba ahí -. ¿Vas a coger la lanza o no?
Raon decidió que no merecía la pena preguntarse qué acababa de suceder.
En silencio, tomó la lanza y, tras calibrar su peso en la mano derecha y ver que le resultaba mucho más cómoda que la anterior, levantó la mirada para agradecer al lobo que hubiese decidido acompañarle. Pero llegó tarde.
Rukj ya se había bajado de la carreta y se dirigía hacia las afueras del campamento, dispuesto a encontrar al lobo que él mismo había echado de allí.
El abismo era negro, profundo como una noche sin estrellas, y su fondo se perdía en la oscuridad como si fuese a llegar a las mismas entrañas de la tierra. La nieve que caía lentamente del cielo se iba inmolando, copo a copo, hacia las profundidades del barranco, mecida suavemente de un lado a otro por el viento.
Jarek la veía caer en silencio, con los pies colgando sobre la fosa, y los restos de unas lágrimas escarchadas adornando su rostro. Intentaba seguir a un solo copo de nieve durante su trayectoria, pero al final, siempre lo perdía de vista antes de que cayera al abismo. Le habría resultado frustrante si realmente estuviera prestando atención a la suave nevada y no a los pensamientos que inundaban su mente casi con violencia, pero no era el caso.
Necesitaba a Raon. Lo necesitaba realmente.
No dejaba de ser irónico, pues, después de todo, hacía apenas unas horas desde la última vez que le había visto; pero, en aquel instante, lo habría dado todo simplemente por tenerle a su lado, por poder estar junto a él, abrazarle y decirle al oído que...
...¿que qué? ¿Que le necesitaba? ¿Que por más que se esforzara era incapaz de demostrar todo el afecto que sentía hacia él? ¿Que... le quería?
El lobo de pelaje cobrizo sacudió la cabeza bruscamente con la tristeza anidando en lo más profundo de su mirada. Tal vez debería haber dicho todo aquello cuando había tenido opción, tiempo atrás, cuando ambos habían compartido en silencio la única compañía del otro y no había intermediarios de por medio. Pero ahora... ahora ya era demasiado tarde como para explicarle a Raon la intensidad de lo que sentía hacia él. Lo peor de todo no era el hecho de que nunca sería capaz de decirle al Humano que le quería, sino que él jamás sabría que, si realmente habría alguien por quien se habría arriesgado a realizar aquel viaje, era por él. Y no sólo no sabría esto, sino que además pensaría que se había marchado porque no era capaz de seguir adelante con aquello, o porque no tenía valor, o porque, en el fondo, no le apreciaba tanto como creía.
Aquello era lo que más temía Jarek. Que Raon dudase siquiera por un instante de lo mucho que significaba para él.
Podía soportar que no sintiera lo mismo que él sentía, podría incluso soportar que el Humano tuviera algo de miedo hacia aquellos sentimientos, e incluso que le rechazara por ellos; pero nunca habría podido soportar que malinterpretara los acontecimientos y creyera que no significaba nada para él.
Entonces, ¿por qué demonios se había marchado del campamento, dejándole solo? ¿Por qué no estaba allí, a su lado, esperando al momento en el que abriera los ojos para preguntarle cómo estaba, cómo se sentía... y tal vez, una vez reunido el valor necesario, explicarle por qué era tan importante para él?
-Soy estúpido... -murmuró el lobo, enterrando la cabeza entre las zarpas y cerrando los ojos -. Estúpido, estúpido, estúpido...
Y todo, ¿por qué? ¿Por una simple discusión con "el otro lobo"? ¿Por el simple hecho de demostrar que era más maduro de lo que él creía, por cerrarle el hocico y convencerle de una vez por todas de que era capaz de apañárselas él solo? Aquello era ridículo. Hasta él mismo sabía que no habría sobrevivido ni tan siquiera dos días seguidos por sí mismo. Entonces, ¿por qué lo había hecho?
<<Tal vez, en el fondo... no quisiera demostrarle nada a él, sino a Raon>> se dijo a sí mismo, pensativo, todavía con la cabeza enterrada entre las zarpas. Cuantas más vueltas le daba a aquella idea, más peso iba ganando en su mente; lo cierto era que desde el primer momento le había molestado que el Humano tuviera tanta confianza depositada en el lobo negro, casi como si se sintiera celoso del entendimiento que existía entre ambos. ¿Acaso estaba... celoso? ¿Y quería demostrarle a Raon que era mejor de lo que Rukj creía? <<Por favor, Jarek>> pensó, con cierto tono sarcástico <<. Ni siquiera tú eres tan infantil como para hacer algo así>>. Aunque, en realidad, no estaba tan seguro...
En ese momento, algo captó su atención y le hizo levantar las orejas, sorprendido.
Juraría que no muy lejos de allí había oído algo, una especie de crujido... o quizás, pisadas sobre la nieve.
Abrió los ojos y se incorporó, todavía demasiado aturdido como para estar alerta, pero comenzando a prestar más atención a lo que había a su alrededor. Se alejó del abismo, sintiéndose extrañamente indefenso de pronto, y le dirigió una breve mirada de soslayo, preguntándose cómo no había sido capaz de darse cuenta antes de lo profundo que era y de lo peligroso que resultaba sentarse en él con las piernas colgando...
... y en ese momento, algo enorme y blanco como una tormenta de nieve se le vino encima.
Por suerte, algo de su instinto primitivo reaccionó a tiempo y, gracias a sus reflejos, pudo echarse a un lado antes de que aquella gigantesca mole le derribara. Cayó al suelo y, tras unos instantes de confusión, se levantó rápidamente a la vez que retrocedía unos pasos, dirigiendo una mirada cargada de miedo y confusión a lo que fuera aquello que tenía delante. Un gruñido de rabia fue la única respuesta que consiguió su mirada.
La criatura que en aquellos instantes se encontraba delante de sus ojos era, sin la menor duda, una Bestia menor, pero era la más grande que Jarek había visto en su vida. A pesar de estar a cuatro patas, alcanzaba casi la misma altura que tenía el joven lobo, y su pelaje blanco y denso le hacía parecer incluso más enorme de lo que ya era. Cada una de sus zarpas era lo suficientemente grande como para haber aplastado su cabeza de un solo golpe si se lo hubiera propuesto y las patas delanteras de la criatura eran casi tan gruesas como su tronco. Si Jarek hubiera vivido en otro lugar, en otra época y en otras circunstancias, habría sabido que aquel ser había sido llamado "oso" por los Humanos décadas atrás.
La criatura, en cualquier caso, era una Bestia en el pleno sentido de la palabra. Durante unos interminables segundos, Jarek se sintió paralizado por el terror y anulado completamente por aquella inexpresiva mirada que le dirigía. Por unos instantes fue como sentirse reflejado en una versión más primitiva y salvaje de lo que él era; una versión capaz de matarle sin hacer preguntas. Sin embargo, en ese preciso momento escuchó un grito a lo lejos que le hizo salir de aquellos pensamientos.
-¡Jarek!
El lobo se giró hacia la derecha, justo a tiempo para ver aparecer por encima de una colina una pequeña mancha envuelta en una capa de pieles blancas que se confundía en la nieve sobre la que se movía. El simple hecho de divisar aquella silueta a lo lejos le hizo sentir infinitamente más aliviado, como si de repente le hubieran quitado un enorme peso de encima de los hombros. Si no hubiera tenido el rabillo del ojo ocupado por restos de lágrimas escarchadas, seguramente habría dejado caer una o dos.
Raon había venido. Había venido a por él, incluso sabiendo que se había marchado del campamento sin tan siquiera despedirse. Estaba allí. Estaba allí, sí...
... pero no estaba solo. Al lado del Humano, una figura negra como el carbón y significativamente más grande se movió a una velocidad alarmante y, antes incluso de que Jarek pudiera darse cuenta, se había colocado delante de él, interponiéndose entre su cuerpo y el de la Bestia menor con la que acababa de encontrarse. Al parecer, tenía la clara intención de... protegerle.
-Rukj... -murmuró Jarek, con la garganta seca.
-Échate atrás -gruñó el otro, sin dirigirle ni tan siquiera la más mínima mirada.
-Pero...
-He dicho que te eches atrás -repitió el lobo, con un tono significativamente más ronco y peligroso de lo normal.
Jarek comprendió y, sin saber exactamente cómo debía sentirse ante el cambio de actitud en Rukj, retrocedió unos pasos. La Bestia menor continuaba ahí, respirando lenta y pesadamente, su aliento formando densas nubes de vapor en el aire. El lobo negro mantenía la inexpresiva mirada de sus ojos ambarinos fija en los del oso, incluso parecía como si ambos estuvieran manteniendo algún tipo de diálogo que no podía ser oído, sino simplemente intuido. La tensión se respiraba como si se tratara de un veneno rápido y letal inundando el aire.
En ese momento, alguien le agarró del brazo y le hizo retroceder un paso más. Jarek giró la cabeza para encontrarse de lleno con la mirada cargada de preocupación de Raon, quien no dudó, sin embargo, en girarse hacia el oso adelantando la lanza como medida preventiva.
-Raon...
-Sssh... calla -le pidió el otro, todavía con la mano cerrada con fuerza en torno a su brazo, como si no quisiera arriesgarse a soltarlo por miedo a perderle de vista otra vez.
Ese simple gesto hizo que todas las dudas de Jarek se disiparan como humo en mitad de un huracán.
Comprendiendo de pronto, el lobo de pelaje cobrizo no pudo evitar sentirse emocionado y las lágrimas acumuladas en el interior de sus ojos amenazaron con volver a escapar de nuevo; sin embargo, un sordo gruñido proveniente de la Bestia menor le hizo prestar de nuevo atención a lo que se estaba desarrollando en frente de él. El oso había avanzado un par de pasos, sus poderosas zarpas dejando enormes huellas sobre la capa de nieve, con un brillo extraño en la mirada que anunciaba peligro. Rukj, sin embargo, continuaba impasible, sin mover ni un solo músculo, esperando a la reacción del oso.
Jarek pudo casi sentir como Raon contenía el aliento, sintiéndose sin duda tan nervioso como él. Instintivamente, se acercó más a él sin saber exactamente si buscaba su protección o si le ofrecía la suya, mientras le rodeaba con un brazo.
En ese momento, algo cambió.
Rukj alzó la cabeza, dejando escapar un sordo gruñido, y de su hocico escapó una sola palabra:
-Corred.
No había pasado ni una sola milésima de segundo desde que había pronunciado la palabra cuando el oso se alzó sobre sus patas traseras y, dejando escapar un rugido de rabia, se abalanzó sobre él dispuesto a aplastarle bajo sus enormes zarpas. Jarek dejó escapar una exclamación de advertencia y Raon le hizo retroceder un par de pasos más, todavía con la lanza en ristre, mientras Rukj, sin perder un solo instante, se lanzaba contra el oso con las zarpas por delante y un rugido escapando de su garganta, en respuesta.
El choque entre ambos fue brutal y, aunque lógicamente Rukj era mucho menor y fue el que recibió mayoritariamente el impacto, segundos después ambas Bestias rodaban por el suelo, enzarzadas en una danza mortal de garras y colmillos. El pelaje de color negro azabache del lobo se mezclaba con el blanco casi níveo del oso, mientras una sinfonía de gruñidos, rugidos y sonidos de mandíbulas al cerrarse llenaba el aire.
A pesar de no tener ni de lejos la misma fuerza ni corpulencia de la criatura a la que se enfrentaba, Rukj estaba bien entrenado tanto para la caza como para la eliminación de sus enemigos, fueran cuales fuesen, y, aunque hacía ya años que no mantenía una pelea tan arriesgada como aquella, también era cierto que los años conviviendo con Raon y velando siempre por su seguridad le habían convertido en un depredador más cauto y rápido de reflejos. El oso peleaba con furia y rabia, cegado por sus instintos naturales. Rukj sólo tenía que aprovecharse de su mentalidad fría y de su serenidad para esquivar los golpes letales de la Bestia menor, que sin duda estaba dispuesta a acabar con su vida sin importar el precio que hubiera que pagar por ello. Tal vez Jarek hubiese entrado en su territorio sin ser consciente de ello y ahora el oso buscara despacharlo de allí o desgarrar su cuello si no lo conseguía.
En ese momento, la peligrosa mandíbula de la criatura se cerró a tan solo unos milímetros del hocico de Rukj, quien, conteniendo el aliento, decidió que no era el mejor momento para ponerse a pensar en los motivos que tenía la criatura para haber decidido acabar con ellos. Aquel combate ya era difícil de por sí; no convenía que lo complicara más por sí mismo.
A unos metros de las dos figuras peludas que peleaban sobre la nieve, Raon y Jarek observaban la escena, atónitos y paralizados por el terror. Tras unos segundos de incertidumbre, el primero en moverse y avanzar un paso hacia las dos Bestias que peleaban fue el Humano, pero Jarek reaccionó rápido, como movido por un resorte, y le agarró con resolución del hombro antes de que diera un solo paso más.
-¡Espera! -exclamó manteniéndole lejos de la lucha -. ¡Tenemos que irnos!
-¡Pero Rukj... yo... no puedo dejarle sólo ahí! -casi gritó Raon, tratando de deshacerse de la zarpa del lobo, y girándose para dirigirle una mirada cargada de preocupación -. ¡Necesita nuestra ayuda!
-Te ha pedido que corras, Raon -le recordó Jarek, clavando la profunda mirada de sus ojos esmeralda en el Humano -. Quiere protegerte. Y yo también.
Raon abrió la boca para decir algo, pero el lobo no le dejó. Antes de que el Humano tuviera tiempo de contestar, le agarró por ambos hombros y tiró de él hacia atrás, tratando de alejarle de la batalla.
-¡No! -exclamó el joven, pataleando para liberarse, presa de una súbita desesperación -. ¡Rukj!
En ese momento, un aullido de dolor se alzó en el aire y una alargada mancha escarlata tiñó la nieve a apenas unos pasos de las dos Bestias que luchaban. Raon dejó escapar un grito de advertencia y Jarek se vio obligado a agarrarle con más fuerza para evitar que se marchara, cerrando los brazos en torno a su cintura para impedirle moverse y tirando de él hacia atrás. Recibió varios golpes del Humano, que continuaba forcejeando cada vez con más vehemencia, en diferentes zonas de su cuerpo, pero cerró los ojos para ignorar el dolor y apretó los dientes, sabiendo que sólo así conseguiría salvarse tanto a él como a Raon. Rukj era capaz de salvarse por sí mismo, como ya había demostrado en varias ocasiones.
Sin embargo, el lobo negro no las tenía todas consigo.
El oso había conseguido alcanzar su hombro de un zarpazo y le había desgarrado gran parte de la piel y algo de carne, dejando un rastro de sangre sobre la nieve más cercana. El intenso dolor ascendió por su columna dorsal nublando su mente y, juntándose a la adrenalina del momento y a sus instintos desatados, le hizo aullar y buscar con los dientes el cuello de la criatura. Por suerte para él, el oso acababa de intentar acertarle y en aquel momento tenía el cuerpo completamente desprotegido, por lo que no le resultó muy difícil abrirse paso entre sus cuatro patas y buscar un punto débil. Sus dientes se hundieron en el blanco pelaje de la Bestia menor y encontraron su carne desnuda debajo, blanda como la mantequilla para sus afilados colmillos. El sabor, olor y textura de la sangre, unido al suave temblor de la criatura al recibir el mordisco y el rugido de rabia que dejó escapar le hicieron perder cualquier rastro de racionalidad que conservara aún su mente.
Ese fue su mayor error.
El oso, ahora más furioso debido al dolor, alzó una de sus zarpas y Rukj, nublado por su repentina sed de sangre, fue incapaz de prever cuál iba a ser el resultado de aquel movimiento. La zarpa impactó directamente en su cara y le propinó un impacto tan fuerte que no sólo dejó una dolorosa herida en parte de su hocico, sino que también le hizo salir disparado unos metros hacia atrás. Quiso recobrar el equilibrio y regresar a la lucha, pero antes de que tuviera la más mínima oportunidad de hacerlo, una enorme roca se puso en la trayectoria de su caída.
El golpe en la cabeza fue lo último que sintió antes de perder el sentido, aún con el metálico sabor de la sangre cálida de la otra Bestia en la boca...
-¡¡Rukj!! -gritó Raon, alarmado, en cuanto vio lo que había sucedido -. ¡¡RUKJ!!
Jarek trató de contenerle, pero el Humano se revolvió con más fuerza entre sus brazos y consiguió propinarle un fuerte golpe en la entrepierna, dejándole casi sin respiración. En ese estado, Raon apenas encontró resistencia y se liberó de los brazos del lobo, cerrando las manos en torno a su lanza con decisión, corriendo en dirección al lobo negro y rogando por llegar a tiempo.
Afortunadamente, el oso no parecía sentirse confiado ante la aparente inconsciencia de su enemigo, y durante unos segundos se mantuvo lejos gimiendo de dolor por la herida que había recibido en el cuello. Raon estimó que no era lo suficientemente profunda como para terminar desangrándole, pero aún así conseguiría debilitarle y haría la batalla más fácil para él.
O al menos, eso pensaba antes de encararse a la Bestia menor, que le dirigió una mirada que se encontraba entre asustada y furiosa mientras dejaba escapar un sordo gruñido. Sosteniendo la lanza con la mano derecha y echando de menos poder manejarla con la otra, Raon trató de mantener la cabeza fría y alejada de cualquier tipo de temor mientras el oso le perforaba con la mirada, tal vez sopesando si considerarle un verdadero peligro o no. <<Es una criatura grande y pesada, pero no se mueve de forma excesivamente lenta>> se dijo a sí mismo, tratando desesperadamente de recordar todo lo que había aprendido a manos de Rukj <<. Tiene que tener un punto débil, pero... ¿cuál?>>.
No tuvo el tiempo suficiente para pensar en ello.
Con un gruñido de rabia, el oso se lanzó hacia él, dando un salto en el último momento para propinarle un zarpazo tan fuerte y certero que, de haber dado en el blanco, seguramente le habría dejado sin cabeza. Raon consiguió echarse a un lado justo a tiempo y rodar sobre la nieve antes de levantarse, todavía sosteniendo la lanza, aunque sin sentirse cómodo en absoluto ahora que la manejaba con una mano casi desconocida para él. <<Rukj tenía razón>> pensó, para sí mismo, mientras echaba una rápida mirada a su mano izquierda, cubierta de vendas <<. No estoy en condiciones para luchar>>.
Sin embargo, tenía que hacerlo.
Y, mientras con el rabillo del ojo observaba como el oso se recuperaba del movimiento que acababa de realizar y frenaba su carrera con cierta torpeza, se le ocurrió una idea... Aflojando un poco la presión en torno a la lanza, dejó escapar un respingo para apartarse un mechón de pelo empapado de sudor de la frente y centró la mirada en la criatura, que no tardó demasiado en volver a echarse a la carga, dispuesto a no fallar el golpe esta vez.
Pero Raon ya había encontrado su punto débil y, después de todo, seguía siendo más rápido.
Esperando al último momento mientras trataba de acallar los latidos de su corazón, se echó a un lado justo cuando una de las poderosas zarpas del oso estaba a punto de destrozar su cráneo y, dejando escapar un grito de rabia, adelantó la mano derecha lanzando una estocada directa al flanco desprotegido de la criatura.
Funcionó.
Puesto que la Bestia menor necesitaba algo de tiempo para reponerse de sus embestidas y recobrar el equilibrio, dejaba un flanco desprotegido para cualquiera que no se encontrara delante de sus zarpas en aquel mismo instante, por lo que la lanza de Raon se hundió con un satisfactorio sonido entre el pelaje de detrás de la pata delantera del oso.
El joven no pudo evitar sentirse inmensamente aliviado, pero, por desgracia, aquella sensación no duró demasiado. El oso, dejando escapar un rugido de ira, se tiró al suelo para deshacerse de la lanza, que se quebró con un sonoro crujido rompiéndose en cientos de astillas. Sólo la punta de hierro permaneció anclada fijamente en la carne de la Bestia menor, y al parecer, no tan profundo como Raon hubiera deseado, puesto que había tenido que usar su mano derecha para ello.
<<Mierda>> fue todo lo que el Humano pudo pensar, mientras comenzaba a retroceder, ahora completamente desarmado. No había previsto qué hacer en caso de que su estocada no terminara con la vida del oso y, ahora que no tenía nada con lo que defenderse... sólo se le ocurría la posibilidad de salir corriendo o quedarse allí esperando para recibir una muerte segura en las mandíbulas de la criatura.
Tenía unos segundos de margen para escapar, todavía. La Bestia estaba quejándose de su herida recién recibida, tal vez pudiera incluso alejarse lo suficiente como para despistarla. Pero, entonces, ¿qué sería de Rukj? ¿Le abandonaría allí, a su suerte, indefenso ante las garras del oso polar? No podía... no podía hacer algo así...
¿Entonces, qué?
Alerta y preparado para lo que fuera, Raon continuó retrocediendo, cada vez más cerca de la misma roca contra la que Rukj había chocado y contra el cuerpo mismo del lobo negro. El oso reponiéndose ya de su lamento e ignorando el dolor, se giró hacia él con una mirada que destilaba rabia y odio. No podía hacer nada. No tenía escapatoria. Aquella Bestia menor acabaría con su vida cómo y cuándo pudiera.
Estaba acabado.
En ese momento, sin embargo, algo blanco y pequeño cruzó el aire y se estrelló contra el hocico del oso, que dejó escapar un gruñido de frustración y se giró con cierta sorpresa al lugar del que provenía el proyectil. Raon parpadeó, atónito, en cuanto descubrió que lo que le había salvado la vida (o, por lo menos, había retrasado su muerte) no era más que una simple bola de nieve.
Y su sorpresa no hizo más que aumentar en cuanto descubrió quién había cometido la osadía de lanzarla contra la enorme Bestia.
-¡¡Jarek, no!! -fue capaz de gritar, mientras el oso dejaba escapar un nuevo gruñido de frustración y se lanzaba hacia el lobo de pelaje cobrizo que le esperaba al borde del abismo.
Fue como si, de repente, todo ocurriera demasiado rápido.
La distancia existente entre ambas Bestias se acortó en apenas un momento y, antes de que el lobo fuera capaz de reaccionar y echarse a un lado para evitar la embestida de la criatura, dos pesadas zarpas cayeron sobre él, empujándole hacia atrás. Inmediatamente, perdió el suelo bajo sus pies y se precipitó al vacío, seguido de cerca por el enorme oso blanco, que dejó escapar un último rugido mientras el abismo le engullía.
Raon vio cómo ambos se perdían en las profundidades del foso, sin ser capaz de hacer nada para salvarles y sin poder siquiera mover un músculo. Fue tras unos cuantos segundos, después de que su mente hubiera digerido todo lo que acababa de suceder, cuando fue capaz de reaccionar.
-¡¡JAREK!! -gritó, sintiendo como si por un momento su corazón se hubiera olvidado de latir.
Sin perder ni un solo instante más, echó a correr hacia el abismo, dejando atrás el cuerpo inmóvil de Rukj y deseando de corazón que lo que sus ojos habían visto no fuera más que una ilusión, una extraña clase de pesadilla... A cada paso que daba, la simple posibilidad de haber perdido a Jarek le oprimía más y más en el pecho. Como si se tratara de una enorme nube de lluvia, la angustia parecía haber calado de repente en todos y cada uno de los rincones de su alma. Era algo que simplemente no podía suceder, no podía haber ocurrido... no quería creer que algo así hubiera pasado realmente.
Una vez llegó al borde del abismo, se dejó caer en él, con la respiración entrecortada. La nieve acumulada que desplazaron sus manos al apoyarse en el borde se precipitó hacia la oscuridad, cayendo suavemente como si formaran parte de la nevada. Raon siguió su caída hasta dar con un pequeño destello de color cobrizo en el precipicio, no muy lejos de allí, tal vez a solo unos seis metros.
-¡Jarek! -exclamó, de nuevo, esta vez sintiendo como si la nube de lluvia en su interior desapareciera lentamente.
Estaba allí. Inconsciente, pero vivo, al fin y al cabo.
No estaba muerto. No se había ido...
El lobo había caído sobre un saliente de gran tamaño que sobresalía del precipicio abriéndose sobre el abismo y no mostraba el menor signo de vida, pero Raon sabía que continuaba con vida. Quería aferrarse a aquella posibilidad como si se tratara de un clavo ardiendo.
Fue como si la angustia de su interior se esfumara lentamente para ser sustituida por una preocupación creciente.
Cierto, Jarek estaba allí, pero... ¿cómo conseguirá llegar hasta aquel saliente?
<<Sólo hay una forma de hacerlo>> pensó, tragando saliva, mientras dirigía un vistazo crítico a su mano izquierda, cubierta de vendas, tomando una profunda bocanada de aire.
Los primeros minutos fueron los peores.
El hecho de sentirse colgando de la roca, a merced del abismo, una piedra más atada al influjo de la gravedad, consiguió ponerle nervioso y hacerle perder la concentración más de una vez. Además, el agudo dolor que invadía su mano izquierda cada vez que cerraba cada uno de sus cuatro dedos en torno a los pequeños salientes del precipicio no ayudaba, precisamente, a hacerle sentir mejor.
Sin embargo, decidió que era mejor tomárselo con calma y descender poco a poco en lugar de precipitarse y arriesgarse a terminar en el fondo del barranco, como le había sucedido al oso y... como había estado a punto de sucederle a Jarek. De modo que apretó los dientes para soportar el dolor que le transmitía su mano y trató de continuar descendiendo, centímetro a centímetro, hacia el saliente en el que el lobo de pelaje cobrizo había caído. Estuvo a punto de dejar escapar un grito de terror cuando uno de sus pies resbaló sobre una roca mal colocada, pero encontró un apoyo de manera tan rápida que todo quedó en un simple susto y pudo permitirse recobrar el equilibrio antes de proseguir con su descenso.
Una vez se encontraba a tan solo dos metros del cuerpo de Jarek, se atrevió a dirigirle una mirada para averiguar, de una vez por todas, si el lobo continuaba con vida. El suave y casi imperceptible movimiento de su pecho al subir y bajar le informó de que respiraba, aunque tal vez no fuera por mucho tiempo, por lo que debía apresurarse. Algo más nervioso, Raon midió la distancia aproximada que había desde donde él se encontraba hasta donde yacía Jarek y trató de calcular si sería capaz de llegar hasta allí de un simple salto. Tal vez se quedara un poco corto si no tomaba el suficiente impulso, pero realmente sentía la necesidad de encontrarse junto al joven lobo cuanto antes para asegurarse de que estaba bien.
Y se lo debía. Después de todo, le había salvado la vida. Aunque, puestos a echar la vista atrás, ¿cuántas veces le había salvado él ya la vida a Jarek?
Tratando de apartar aquellos pensamientos de su cabeza, el joven cerró los ojos y trató de tranquilizarse, tomando una profunda bocanada de aire. Tras unos segundos que parecieron horas, los abrió, con un brillo de determinación en la mirada.
Tomando impulso apoyándose en los salientes sobre los que había apoyado sus pies e impulsándose también un poco con las manos, consiguió la fuerza suficiente para saltar con la mayor elegancia que pudo. Durante unos instantes, un terror irracional invadió todos los rincones de su alma al sentirse suspendido en mitad del abismo. Por suerte para él, sus pies aterrizaron en el saliente e, incapaz de mantener el equilibrio por más tiempo, el Humano se dejó caer al suelo.
No habría sabido cuanto tiempo estuvo allí, tratando de recobrar el aliento y de acallar el dolor que acusaba en su mano magullada... pero finalmente alzó la vista, algo nervioso, justo para encontrarse...
...justo para encontrarse con el rostro inconsciente de Jarek, encarado hacia él. Por algún extraño motivo, esta simple visión hizo que el aliento volviera a faltarle de nuevo, pero inmediatamente trató de recobrarlo y de incorporarse un poco sobre sus rodillas, sin apartar la vista del lobo. Lo cierto era que, ahora que le observaba inconsciente... se daba cuenta de que su rostro le parecía... bonito. Aunque aquella no fuera la palabra más adecuada para describir algo como aquello, pues Raon jamás había sentido nada igual, en aquel momento se dio cuenta de que el simple hecho de clavar su mirada en Jarek despertaba una serie de sentimientos cálidos en su interior...
-Jarek... -murmuró, mientras se acercaba un poco a él arrastrándose sobre sus rodillas y le zarandeaba suavemente, agarrándole de un hombro. Aquella extraña sensación de empatía y comprensión que se tejía entre ambos al mínimo contacto físico regresó de nuevo, prueba innegable del vínculo del que Loki había hablado la noche anterior -. Jarek, despierta.
Aún le llevó un par de intentos más, y el hecho de zarandear al lobo un poco más fuerte, conseguir que volviera en sí para asegurarse de que estaba bien.
-¿Quién... es? -preguntó Jarek, con una voz ronca y grave, que parecía directamente surgida de lo más profundo de su garganta.
Raon se sintió cogido por sorpresa ante aquella pregunta.
-Soy yo -respondió, parpadeando un par de veces -. Raon.
-Ya me lo imaginaba. Nadie más sería tan idiota como para seguirme hasta aquí y arriesgarse a bajar por mí -dejó escapar el lobo, entreabriendo los ojos y sonriendo burlonamente.
El Humano mantuvo su mirada durante unos segundos, indignado y como si no fuera capaz de creerse lo que acababa de escuchar, antes de fruncir el ceño y propinarle un puñetazo en el hombro.
-¡Eh! -exclamó Jarek, incorporándose, alarmado -. ¿Pero qué te pasa?
-¿Que qué me pasa? -repitió Raon, enfadado -. ¡Arriesgo mi vida luchando contra esa cosa y vengo aquí sin que mis heridas hayan curado del todo...! Me juego el pellejo bajando a por ti y, en cuanto llego aquí... ¿lo único que se te ocurre es llamarme idiota?
-¡Era una broma! -se disculpó el lobo, alzando las zarpas e interponiéndolas entre él y el Humano, como si temiera recibir algún golpe más -. Oye, lo siento. Aunque tienes que reconocer que no ha sido precisamente tu mejor idea.
-Oh, cállate... -bufó Raon, desviando la mirada hacia las profundidades del abismo -. No tienes ni idea de...
Se cortó a mitad de la frase, como si le diera miedo continuar, e intercambió una breve mirada de soslayo con Jarek, antes de volver a perderla distraídamente en el fondo del precipicio, como si nada hubiera sucedido. El lobo de pelaje cobrizo, sin embargo, intuyó que había algo que el Humano estaba intentando ocultar y, esperanzado, se incorporó un poco más para acercarse a él.
-¿Qué? -preguntó, en voz baja, conteniendo el aliento -. ¿Qué es eso de lo que no tengo ni idea?
Raon tardó unos instantes en responder, todavía con la mirada perdida en la oscuridad. Finalmente, y clavando de nuevo los ojos en Jarek, murmuró:
-No tienes ni idea de lo preocupado que estaba.
Dicho esto, pareció temblar un poco, como si de repente una brisa helada hubiera acariciado su espalda, y desvió la mirada de nuevo hacia cualquier otro lugar, como si rehuyera constantemente la mirada del lobo. Sin embargo, Jarek sabía a qué se debía el temblor y estaba seguro de que no tenía nada que ver con ningún tipo de brisa...
Se acercó un poco más al joven, empezando a descubrir en su expresión aparentemente tranquila y serena una inseguridad que había permanecido escondida durante mucho, mucho tiempo...
-Lo siento mucho, Raon -respondió, de corazón, bajando las orejas -. No quería hacer que te preocuparas. Yo...
-Por favor, no vuelvas a marcharte -le interrumpió en ese momento el Humano, en un susurro.
-¿... qué?
-Que no vuelvas a marcharte. Por favor -repitió Raon, con un leve temblor en la voz, como si de repente las fuerzas hubieran empezado a abandonarle.
Jarek sintió de repente todo el peso del nerviosismo del Humano, toda su tristeza y toda su inseguridad, como si fueran sus propias emociones, y por unos instantes se sintió tentado de abrazarle allí mismo y consolarle, prometerle que todo saldría bien... pero, a decir verdad, no estaba seguro de si aquello habría ayudado a mejorar las cosas o, por el contrario, las habría abocado al desastre.
-Raon, yo... -intentó volver a comenzar, sin saber exactamente qué decir.
-¡Eres demasiado importante para mí como para desaparecer así, sin más! -exclamó entonces Raon, girándose hacia él. Fue en ese momento en el que Jarek fue capaz de ver que tenía los ojos brillantes y húmedos -. ¡Me da igual que tú creas que eres inútil, y me da igual si Rukj o cualquier otra persona lo cree también! ¡Yo... yo te necesito, Jarek! ¡Necesito que estés a mi lado porque, de lo contrario... de lo contrario no sé lo que haría! -confesó, pasándose el dorso de la mano por los ojos.
Jarek, boquiabierto, trató de contestar algo, mientras en su interior comenzaba a sentir una extraña tormenta de sentimientos que iban desde la culpabilidad hacia sí mismo hasta el cariño más absoluto hacia Raon. Sin embargo, no había palabras con las que expresar aquel lío de emociones en su interior, por lo que todo cuanto su garganta fue capaz de dejar escapar fue un leve:
-Raon...
-Y antes, cuando te caíste por aquí, yo... -Raon parecía luchar consigo mismo, como si le costase encontrar las palabras con las que expresarse también, mientras las lágrimas se iban acumulando en sus ojos -. ¡Pensaba que te había perdido! ¡Para siempre! ¡Creía que ya no volvería a... verte nunca más! Yo... yo no me había sentido tan asustado en mi vida, Jarek. Jamás había pasado tanto miedo -le confesó, mientras trataba en vano de controlar su respiración entrecortada -. ¡Me da igual lo que diga Rukj, o cualquier otro! ¡Me da igual que todos quieran vernos muertos, o que esperen de nosotros que cumplamos su estúpida profecía! Lo único que quiero es... saber que puedo contar contigo, que podré seguir estando a tu lado, Jarek. Estar... contigo.
El Humano desvió de nuevo la mirada hacia el suelo, avergonzado, mientras notaba como sus mejillas empezaban a arder. <<¿Qué me está pasando?>> se preguntó a sí mismo, mientras trataba de secarse las lágrimas con las manos, incapaz de recordar la última vez que le había pasado algo parecido a aquello. No guardaba ningún recuerdo de haber llorado en el pasado, ni mucho menos de haber sentido un peso tan fuerte en lo más profundo de su pecho, por lo que todas aquellas caóticas emociones eran nuevas para él.
¿Tendría algo que ver con el hecho de que, después de tanto tiempo, estaba por fin contándole la verdad a Jarek?
No tuvo tiempo para pensar en ello, sin embargo. Una de las zarpas almohadilladas del lobo se cerró suavemente en torno a su barbilla y le hizo girar la cabeza suavemente hacia él. Raon fue capaz de ver al lobo a través del velo de sus lágrimas, incapaz de contenerlas por más tiempo, y percibió su preocupación y su sentimiento de culpa.
-Raon... -murmuró de nuevo Jarek, como si fuera incapaz de decir otra cosa -. ¿Quieres decir que... que tú...?
Raon supo casi al instante cuál era la respuesta que debía dar, incluso aunque el lobo no hubiera llegado a formular la pregunta. Se armó de valor y, conteniendo el aliento mientras sus ojos buceaban en la profunda mirada esmeralda del lobo, contestó:
-... te quiero, Jarek.
El silencio que siguió a aquellas palabras habría resultado casi incómodo de no ser por el sonido de la respiración entrecortada del Humano y, de forma intermitente, alguno de sus sollozos, reverberando entre las paredes de aquel foso. Raon continuaba mirando a Jarek, pero en aquel momento era incapaz de concentrarse en su mirada o en cualquier otra cosa; casi parecía como si la realidad hubiera dejado de ser consistente y, por unos instantes, Raon estuviera en algún lugar lejos, muy lejos de allí. Por una parte, se sentía orgulloso de haber confesado por fin lo que le llevaba rondando la cabeza desde hacía ya tanto tiempo, pero por otro lado... por otro lado estaba algo asustado ante las consecuencias que sus palabras pudieran llegar a tener.
Jarek, sin embargo, parecía haber esbozado una sonrisa sarcástica y le miraba, divertido, de hito en hito. Cuando Raon se dio cuenta de esto, no pudo evitar devolverle la mirada, interrogante, sin saber exactamente qué le hacía tanta gracia.
-Ah, ¿pero era sólo eso? -preguntó el lobo, haciéndose el sorprendido -. Pues menuda novedad.
Raon tardó unos instantes en reaccionar, recobrando el aliento.
-Entonces... entonces tú... ¿ya lo sabías?
-Habría que estar muy ciego para no darse cuenta de algo tan obvio, ¿no crees? -respondió Jarek, ampliando su sonrisa, sin desviar la mirada del rostro del Humano y todavía sujetándole la barbilla con una zarpa.
Raon, que al principio recibió aquella reacción con desconcierto y algo de confusión, no tardó en creer comprender lo que estaba sucediendo.
-¡No te rías de mí! -exclamó, indignado a la par que avergonzado -. ¿Me estás diciendo que tú sabías todo esto y en ningún momento se te ocurrió decirme nada? ¿Cómo puedes ser tan...?
No tuvo tiempo para terminar la frase antes de que el lobo le atrajera hacia él con suavidad y, sin previo aviso, depositara en sus labios un suave beso. Raon se estremeció por unos instantes, cogido por sorpresa, y el simple hecho de sentir sus labios sobre el hocico de Jarek provocó que un escalofrío de placer recorriera su columna vertebral de pies a cabeza.
No duró mucho, tal vez solo un segundo, pero en cuánto ambos se separaron, el Humano sintió como si, de repente, todo se hubiera aclarado. Dirigió una mirada cautelosa a Jarek, como si aún no fuera capaz de creerse lo que acababa de ocurrir, o como si no se sintiera preparado para asumir lo que implicaba. El lobo se la devolvió, cargada de cariño y comprensión, y, tras retirar la zarpa de su barbilla, le abrazó suavemente, tratando de infundirle algo de calor y confianza. Raon apoyó la cabeza en el hombro de Jarek, mientras una oleada de aquel sentimiento tan complejo que les unía a ambos recorría su cuerpo de arriba a abajo, entremezclándose con las emociones que aquel leve beso había despertado en su interior.
-Yo... también te quiero, Raon -susurró Jarek a su oído, haciéndole cosquillas en la oreja con su aliento -. Y siento mucho no haber podido demostrártelo antes.
El joven Humano se separó un poco, mirándole a los ojos fijamente y perdiéndose en su mirada esmeralda una vez más... buceando en ella como si tratara de encontrar, tal vez, un reflejo de lo que él mismo sentía. Tras unos segundos en silencio, una leve sonrisa de felicidad se dibujó en su rostro y, sin poder contenerse, alzó una mano para acariciar el rostro del lobo con las puntas de los dedos, mientras este le envolvía aún en su abrazo, con la cabeza ligeramente ladeada y compartiendo con él una mirada cargada de una ternura que iba más allá de las palabras.
Incapaz de contenerse por más tiempo al verle así, Raon volvió a acercar su cabeza a la del lobo y depositó un nuevo beso sobre sus labios, prolongándolo esta vez durante un rato más. Jarek, algo sorprendido porque el Humano hubiera tomado la iniciativa, respondió al beso de buena gana mientras cerraba un poco más su abrazo. Una de sus zarpas escaló por la espalda de Raon hasta encaramarse a su cabeza y acariciar suavemente su pelo, mientras ambos compartían el beso que tanto habían esperado, disfrutando del contacto del otro como si en cualquier momento fueran a arrebatárselo.
Raon volvió a estremecerse cuando notó la lengua del lobo introducirse en su boca lentamente; pero aunque durante los primeros segundos el contacto le pareció extraño, no tardó en corresponder a Jarek profundizando el beso también, rindiéndose a su abrazo y disfrutando de la maravillosa sensación que el contacto con su cuerpo le producía. No sabía exactamente por qué lo hacía, ni si había algún motivo racional por el que debiera dejarse llevar de aquella manera; solo sabía que le gustaba mucho, que se sentía genial y que en aquel momento nada ni nadie habría podido separarle de Jarek. Y, aunque las diferencias de tamaño entre su boca y el hocico del lobo lo hicieran todo un poco más difícil, no pudo evitar dejar escapar un jadeo mientras su mano se hundía en el pelaje de la espalda de Jarek, acariciando suavemente su piel por debajo y sintiendo la calidez de su cuerpo a través de ella. La sensación era maravillosa... y nunca, jamás había sentido nada así... por nadie...
Momentos después, el beso fue perdiendo intensidad lentamente, hasta que, tras un espacio de tiempo que podrían haber sido segundos, minutos u horas, ambos volvieron a separarse y se miraron fijamente, sonriendo. No hizo falta que dijeran ni una sola palabra; no había nada que decir, pues todo estaba dicho. Jarek alzó una zarpa para acariciar el rostro del Humano, con cariño, mientras este esbozaba una sonrisa cargada de felicidad. Los dos estuvieron así, todavía abrazados, disfrutando de la mirada y del contacto del cuerpo del otro, hasta que, finalmente, la sonrisa de Raon se fue desvaneciendo lentamente.
Jarek tardó un poco en darse cuenta de ello.
-¿Qué ocurre? -preguntó, algo nervioso, temiendo haber hecho algo mal.
-Es Rukj -murmuró el joven con un hilo de voz, y a continuación añadió, como si se arrepintiera de haberlo dicho -. Lo siento, sé que no debería hablar de él en una situación así, pero...
-No pasa nada, tienes razón -le tranquilizó Jarek, con una última caricia en su mejilla -. Deberíamos ir a ver cómo está.
Raon le dirigió una larga mirada, sorprendido, como si no llegara a creerse del todo las palabras que acababa de escuchar. El lobo dejó escapar una suave risa.
-¿Qué? -preguntó, encogiéndose de hombros -. Recibió un golpe muy fuerte, podría estar mal. No podemos dejarle así.
-No, si... si tienes razón -murmuró Raon, con cierta desconfianza.
En silencio, dirigió una rápida mirada hacia arriba, divisando el borde del precipicio a unos seis metros de altura. No iba a ser fácil llegar hasta allí, sobre todo teniendo en cuenta que la última vez no había sido capaz de recorrer todo el camino y, lo que era peor, que ahora Jarek tendría que acompañarle.
-Sólo espero que consigamos salir de aquí con vida... -murmuró el joven, dejando escapar un suspiro resignado.
En ese momento, notó el brazo de Jarek cerrándose en torno a su cintura y, cuando se giró para mirarle, descubrió que le dedicaba de nuevo una sonrisa socarrona, cargada de burla.
-Sería más fácil si cierta persona no me hubiera golpeado antes en mi "punto débil", ¿sabes? -dejó caer, consiguiendo que Raon se ruborizara violentamente -. Pero no te preocupes. Apuesto a que, incluso con mi incapacidad para estas cosas, lograremos llegar arriba. Y tranquilo -murmuró, acercando su rostro al del joven Humano -, una vez estemos fuera... tendremos todo el tiempo del mundo para estar juntos.