El Secreto de Tora: Hipnosis

Story by Mastertuki on SoFurry

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#22 of El Secreto de Tora

Capítulo 22 de El Secreto de Tora


Esta historia es el capítulo 22 de El Secreto de Tora. Puedes leer el inicio de la historia clicando en el capítulo 1 aquí a la izquierda. Si eres menos de 18 años o en tu perfil has elegido que no quieres temas homosexuales, algunos capítulos no aparecerán. ¡Que disfrutes!


El Secreto de Tora: Hipnosis


_Oriente, 15:35

14 de Octubre 2511_

24 días antes de la muerte de Bryce.

Nunca en su vida había tenido tanto papeleo delante de sus morros, y menos en la actual, excepto aquella vez que tuvo que ayudar a un estudiante a unos temas de contabilidad. Tampoco es que pudo hacer demasiado, pero recordaba con exactitud el momento en que creía que le iba a dar algo ver tanto papel y tanto número íntegro junto y encontrarse incapaz de saber darle alguna solución a su amo. Eran días distintos, en los que tenía que trabajar para otros, en los que era un mero mayordomo que realizaba tareas en el hogar y otros temas que prefería no entrar en detalle.

Eran días en los que Leon le hizo realmente daño.

Anterior a esa vida le venían pedazos que no ayudaban a todos los documentos que tenían delante de su mayor enemigo. Solo de ver su rostro en una fotografía del DNI, se preguntaba una y otra vez porqué él. Algo había ocurrido antaño, algo había pasado, o había hecho, que desde que vino a la gran ciudad con Tora años atrás, empezó a perseguirle y a amargar su vida y la de los que le rodeaban. La mirada de Bryce pasó de la fotografía identificativa a una de más joven: Un chaval híbrido león que se encontraba delante de una tienda de televisiones. La foto no debía de tener unos cinco años; ni siquiera la melena era tan prominente como ahora. Y sin embargo, estaba esquelético.

Las manos de Bryce se fueron a por la de otro documento, aun más viejo: Su partida de nacimiento. El ADN testificaba que parte de su genética era humana. Eso explicaba porqué aparentaba así de enfermizo; él mismo debería tener un cuerpo en un estado anímico y sin embargo parecía desnutrido, aunque el pelaje se encargara de que no se notara. Depositó el documento en el montón y buscó una foto de cuando era ya un poco más mayor. Seis años; se encontraba con unos amigos en una tienda de videoconsolas.

Doce años; la foto ya empezaba a demostrar que Leon era superdotado. Se le veía al lado de un exámen matemática que solo se podría haber resuelto dando los cursos parciales de secundaria, y el chaval en primaria lo entendía sin problemas. Ahí estaba, al lado de una pantalla que mostraba los resultados obtenidos en el test de inteligencia a un lado, y el excelente del exámen en el otro. Dejando la foto delante suyo, buscó la copia del mismo exámen en otro montón y lo alzó a la vista. Había cometido pequeños errores, pero la formulación era compleja, e incluso a él le costaba entender la letra; era como pedirle a un chaval que copiara el texto de un profesor. De no ser que había sido él mismo.

Solo cuando se incorporó se dio cuenta del merder que había organizado en la habitación de los invitados. Tenía varios montones de papeles, documentos, y fotografías, clasificados en fechas, lugares, y posibles coincidéncias. Había ido marcando post-it donde veía algo que no cuadraba con el resto de los papeles, y en una libreta había ido anotando todo lo que había ido encontrando que fuera coincidente.

Detrás suyo, había desplegado un mapa enorme de la ciudad alemana Enthüllung. Con el papel en mano, cogió una banderola roja y la colocó allá donde hizo el exámen, mirando el conjunto. Era ya la veintidocena que colocaba, y empezaba a plantearse si no estaba yendo por el camino erróneo. Llevaba días con aquello, tenía la sensación de que había una relación, ¡Seguro! Pero no la encontraba. Y aprovechando la ocasión, había ido marcando cada uno de los lugares que había pisado Leon en su vida, lo que marcaba toda una zona circumferéncica que no le aportaba sentido alguno.

Un momento...

Bryce se agachó a buscar los papeles de cuando hizo la prueba de universidad, y se incorporó para marcarlo también en el mapa, observando el área. Empezó a mirar lo que había en el interior de la misma: El museo Ägyptisches, un restaurante, hoteles, hostales, el gobierno aleman,... Nada que realmente llamara la atención. Pero se había pasado toda la vida allí, desde el minuto uno, en esa área y no se había movido apenas.

El sonido del repicar de la puerta le sacó de su ensiminasmiento y volvió la cabeza a la derecha para encontrarse con el tigre, que estaba abriendo la puerta. Con una mirada de sorpresa y resignación, observó un momento el descampado que había organizado en la habitación antes de dirigirle la palabra. Bryce esperaba que en algún momento entrara, dado que había tenido que informarle de sus planes -no era fácil esconderle algo a un ser antropomórfico, sin duda- y pedirle, sobretodo, que no se inmiscumiera. Una parte de él le pedía a gritos que pidiera ayuda, a ver si conseguía darle alguna pista, pero eso era un error. Tora, inconscientemente, le iría cerrando caminos obligándole, así, a tirar la toalla. Y no podía permitírselo. Estaba demasiado cerca de la verdad.

-Me recuerdas a mí mismo... -las orejas viraron a ambos lados en busca de sonidos, y añadió, mirándole a los ojos. -Desesperado, concentrado, buscando pruebas que mostraran tu existéncia y me condujeran hacia tí...

-Solo que ahora estoy buscando realmente que pasó desde que me perdiste hasta que me encontraste. Ese lapso de dos años. -El lobo azul se sentó en una silla y apoyó la cabeza entre las manos. Le dolía horrores después de llevar horas y días leyendo papeles y encontrándose nada más y nada menos que una vida absolutamente normal, salvo detalles que le llamaban la atención: Contradicciones que no conseguía resolver el porqué. Era desesperante. Vio como Tora se sentaba a su lado y, con él, miraba los papeles extendidos a lo largo del suelo, y luego el mapa.

-Veo que empiezas a hacer progresos.

-A paso de caracol. -soltó el lobo.

-Bueno... Menos es nada... ¿Sabes? A veces pienso si hicimos bien en venir aquí... Es decir, cuando estábamos en nuestros respectivos clanes, vivíamos relativamente más tranquilos... No teníamos a nadie que estuviera amenazándonos de muerte a cada segundo.

-Teníamos a tu padre, ¿Recuerdas? -la voz del lobo fue casi concisa, aunque sin sonar demasiado dura. -Martirizándote porque eras marica, mientras que mi clan me sobreprotegía hasta el punto de que no me dejaba hacer nada. Si a eso le llamas vida tranquila... Tendremos que hablar sériamente de tus prioridades.

Tora decidió no continuar esa conversación y darle de forma silenciosa la razón a su pareja. A decir verdad, fueran a donde fueran, siempre les ocurría algo que martirizaba sus vidas hasta el punto de hacerlas nada digeribles. Leon no parecía moverse, pero en realidad intentaba separarlos o tomarles el pelo. Y la vida en los clanes se les haría insostenible. Y luego estaba la otra variable: La madre de su pareja, Uros, y quien sabía los cientos de informes que debía de recibir el jefe del clan de Bryce para estar al tanto de lo que hacía uno de los suyos. Les controlaban allá donde fueran.

-Bueno... -incorporándose para dar por finalizada la conversación, volvió la vista a su pareja. -Recuerda que tenemos la sesión esa de hipnosis a las seis y cuarto y son las... Tres y treinta y cinco. Intenta no dormirte demasiado en los laureles y calentarte demasiado el coco; quien sabe si algo de eso afecta al resultado final y... No consigues nada. Tranquilo por Mioko, me he encargado de distraerlo en el comedor... Aunque tendrás que llevártelo contigo a la sesión...

-Ya... Estoy tan atascado. -suspiró, mirando el panorama.

Permaneció sentado mirando atentamente el mapa, las fotografías, y todos los datos que tenía. Había descubierto varias cosas de Leon, que quizá, coincidía un poco con lo que le habían hecho antaño. Progresó a un nivel espectacular en los estudios, y más tarde, empezó varias carreras, todas dedicadas a la biología y a la genética humana y similar, a la vez que aspiraba en varios puestos como profesor. La linea se difuminaba en varios caminos, pero todas las ramificaciones finalizaban en tres: y solo sabía el final de uno de ellos. Él mismo. Y no conocía ni el objetivo ni el sinsentido de los otros dos.

Sí, si que sabía donde habían acabado las otras ramificaciones. Bryce rebuscó un poco entre algunos cachos de periódico hasta encontrar con lo que necesitaba: E. Era una notícia fatídica, en la que se había encontrado un chaval humano con claros signos de mutaciones antropomórficas en su cuerpo de nivel canino: Dos orejas y una cola de zorro. E. había sido de los primeros casos de híbridez que habían sido conocidos en general, y que había tendido más a humano que a animal.

Buscó en otra carpeta información sobre E, hasta dar con la documentación sanitaria del mismo y algunos resultados procedentes de las mismas zarpas de Leon. Con la mano en el morro, pensativo, empezó a leer con mucha calma entre lineas. Cientos de términos médicos se le escapaban a su control, pero podía resumir a grandes rasgos lo que estaba haciendo, sorprendentemente.

-¿Has encontrado algo? -preguntó el tigre.

-E. -respondió Bryce, dejando el papel encima de la mesa y yendo directamente al montón de papeles donde estaban otros experimentos de Leon sin mayor importancia hasta encontrar el que buscaba: Lizarman Metallium. Lo colocó al lado, y empezó a leerlo también por encima, quedándose con lo más importante, y buscando alguna relación. -E. fue el primer caso híbrido conocido, hasta que falleció. Lizarman es el tercero... Pero la situación es diferente. Fíjate.

Se acercó a su pareja, con los papeles en la mano, y se los enseñó. El tigre, arqueando una ceja, los cogió y los miró ambos, vlviendo luego la vista al lobo.

-¿Tu no querías que no me metiera? -hizo. Al ver la mirada asesina de su pareja, decidió hacerle caso y revisarse un momento ambos documentos. -No quiero ni saber de donde has sacado toda esta información... Mrf... No... Son casos radicalmente distintos...

-Exacto. -andando tranquilo hasta la ventana, dejó que la luz del sol iluminara su pelaje, lo que hizo que los fragmentos azules de cada uno de los pelos de su vello brillaran y obtuviera el aspecto azulado que solía tener su cuerpo por culpa de su hibridez. -E. era el primer híbrido en ser documentado que vivió con éxito y radicalmente, tiempo después, desapareció. -alzó una mano, haciendo un ademán, y añadió: -Lo cogió, y experimentó con él... Sin éxito alguno.

-Intentó separar genéticamente su lado zorro de su lado humano... Y el chaval murió tras varios experimento fallidos. -completó el tigre, revisando todo el documento entero. -Es terrible... Pero esto no coincide con Lizar. -se excusó el otro, extrañado. Dejó el documento de E. a un lado, y se puso con el del lagarto, echando un vistazo por encima. -Lizarman Metallium era un chaval humano; experimentó con él, mezclando genética lagartil... Es un caso radicalmente distinto. No coinciden ni fechas, ni edad... Nada...

-Excepto en un detalle, y los dos están relacionados conmigo.

Bryce se dio la vuelta, y dejó que el tigre mismo obtuviera la respuesta. Sabía, por cuenta propia, que Tora había estado buscando información para encontrarle, y aun no habiendo llegado tan lejos, algo de información si que llegó a obtener. Sin embargo, su objetivo de encontrarle le había llevado a desviarse completamente de lo que Leon había estado haciendo con él, y buscando una forma de tenerle de vuelta.

-Tora... Es hora de que me digas que descubriste de mí.

Había llegado el momento, pensó Tora. Cierta razón tenía: Si lo pensaba fríamente, estaba claro que los tres si que estaban relacionados con la poca información que él pudo obtener. Volvió la vista a su pareja, y soltó un leve suspiro, sus ojos brillando por la luz del sol.

-Luchamos contra Leon. -la testificación iba a ser enorme, por lo que Bryce encaró inconscientemente las orejas hacia adelante, prestando súmamente atención. -Durante mucho tiempo, Leon estaba obsesionado contigo, pero tu eras cabezón... En vez de buscar un modo de que te dejara en paz, decidiste declararle la guerra. No sabíamos para que te quería, solo... Quiso cogerte.

"Y lo hizo. Una noche tu solito te encaraste a él, y perdiste. Y te perdí... Recuerdo el día en que Leon se te llevó, insinuando que nunca más ibamos a verte. Al día siguiente, Leon había dejado de ser el regente de la universidad, y junto con él, Stallion dejó de ser profesor de ciencias. Los dos habían desaparecido... Junto a tí. Estuve dos años buscándote... Buscando la razón por la que te quería.

De toda la documentación que pude obtener, solo supe que Leon quiso experimentar contigo. Desconocía las razones, pero era todo lo que quería... Hasta que perdí ese rastro de tu parte. Fue entonces cuando decidí dejar de lado comprobar que hacía Leon, y ponerme seriamente contigo y buscarte allá donde estuvieras. Con el tiempo supe que te había convertido en un ser humano... Fueron dos años de búsqueda continua."

Ahí estaba la relación. E había intentado ser separado, Lizarman había intentado ser convertido en antropomórfico, y él... Había intentado revertir su lado lupino de su lado humano. Había jugado con los tres y sus formas físicas, invirtiendo el caso en cada uno de ellos, comprobando hasta que punto su cuerpo podía aguantar sus constantes experimentos...

-No son tres los casos híbridos que existen. -le recordó Tora, devolviéndole los papeles. A esa proximidad, el tigre se le veía enorme y alto a su lado, momentos en los que Bryce no sabía si pasar de todo, cogerle, y empezar a estrujarlo como un loco, o tenerle miedo. Era achuchable, y temible cuando le veía los dientes afilados que tenía. -Son cuatro. Te recuerdo que Leon también lo és... Al mismo nivel que tú. Los dos tenéis un familiar humano, los dos sois... Bueno, enclenques. Sois cuatro híbridos.

-Uno murió, los otros dos tuvo un resultado exitoso... Y Lizar... Lizar era humano, no cuenta. ¿Pero porqué a mí y no a él? -preguntaba Bryce, soltando un suspiro. -Leon está experimentando para conseguir algo, y no sabemos aún el qué... Hay una relación en todo eso. ¡Maldita sea! Si consiguiera al menos acordarme de lo que me hizo... Estaríamos más cerca.

-Estamos cerca. Estás cerca. -le contó el tigre. -Y yo lo estaré contigo... Si esto es lo que quieres... Te ayudaré.

El lobo entendía el porqué de esa respuesta. Cuanto más se aproximaba a la vida personal de Leon, más riesgo corría de que le cogiera y le raptara de nuevo y para siempre, perdiendo la batalla. Pero ahora mismo, la pelea estaba entre su archienemigo y él; no quería odiarlo, pero tampoco podía permitir, ahora mismo, que continuara haciendo daño a la gente. Antes era una batalla personal... Pero habían habido dos implicados antes.

Sabía que buscaba híbridos, sabía que experimentaba con genética animal. Eran datos que antes se le escapaban; y sabía que intentaba a toda costa ponerle nervioso para perder y desconcentrarse. Pero Bryce sabía que de momento, estaba ganando: Ahí estaban las piezas, las fotos, la documentación... Y su memoria. Su cerebro tenía datos importantes para resolver aquel rompecabezas antes de que a Leon le diera por seguir avanzando y hacer más daño a más gente. Casi, el tiempo iba en contra suya e iba a contrarreloj. No le quedaba demasiado tiempo...

***

_Oriente, 18:35

14 de Octubre 2511_

24 días antes de la muerte de Bryce.

//Si no abres la puerta, moriremos los dos.

De no haber sido por la llamada, hubiera puesto la mano al fuego de que la había abierto.

Y sin embargo, la respuesta a todas sus preguntas residía ante sus ojos, atónito, y con la mano sujetando fírmemente la de Tora. El tigre notaba la presión que ejercía en la mano su pareja, y sin rechistar, mostraba una leve sonrisa de calma para que el híbrido no cogiera en aquel instante la decisión de dar media vuelta. Sin embargo, reconocía que la casa en la que iban a entrar no se encontraba en lo que se suponía que era el término global "normal", si era lo que más podían elegir.

No. La casa de Lizar, que se encontraba justo al lado, sí que lo era. Esa pequeña casa de dos pisos típica japonesa blanca, con una verja de metal méramente decorativa, ese jardín que lo rodeaba, y en definitiva, ese ambiente de "clase media" era lo que Bryce englobaba dentro de lo "normal". Y eso que, según le había contado el lagarto, tampoco es que fueran precisamente sobrados de dinero. Era lo que tenía la ausencia de un padre, aunque si se lo planteaba, casi le daba cierta envidia: Al menos tenía una madre, más de lo que él llegó a tener.

Bryce volvió la vista otra vez a la enorme casa que se plantaba delante de él, y valoró seriamente si los psicólogos ganaban suficiente dinero para permitirse semejante mansión, por aquello de plantearse sus estudios y elegir otra ramificación distinta. Maldita sea, si hasta tenía un jardín a lado y lado. Aquello parecía haber salido de una película totalmente americana de terror, ya solo le faltaba hasta los fantasmas.

Apretó levemente la mano del tigre, y haciendo un esfuerzo de voluntad, empezó a subir escaleras, acariciando la cabeza de un zorro ártico que estaba subido a su hombro izquierdo y que lo miraba todo sorprendido. Cada paso que daba era un pinchazo más que le daba al estómago de los nervios que tenía de pensar que quizás iba a obtener respuestas que no quería conocer. Iba a ir a encontrar un remedio para su memoria, pero lo mismo dejaba de ser él, lo mismo acababa yendo a un manicomio, lo mismo... Tora le detuvo en cuanto estuvieron delante mismo de la puerta y le sujetó el morro para que le mirara a los ojos detenidamente.

-Eh. -gruñó. -Relájate. Ahora ya no hay marcha atrás.

Antes de que pudiera responder, el tigre le dio al timbre y esperó un rato. A unos cuatos segundos, la puerta fue abierta por una águila de plumaje negro y femenino, que llevaba unas gafas encima del pico y los miraba con detenimiento. Sobretodo al lobo, que sentía como si le estuviera atravesando el alma. El tigre decidió dejar hacer y la águila desplazó una zarpa hacia él, sonriendo.

-Hola. -murmuró. -Soy Soccho, la amiga de Lizar. Me alegro de conocerte. Apenas me ha hablado de tí... Parece que tiene faena. Id pasando, tranquilos. Estaremos relativamente solos; él está en otra habitación arreglando un ordenador, así que podremos hacer la sesión en paz. Eh... Eso es...

-Un Miosorento. -lo bajó de su hombro y se lo enseñó a la águila. -Se llama Mioko. -le contó, aunque lo apartó en cuanto vio la cara de asustada que ponía Soccho. -Bueno... Esto... Menuda casa tienes. -logró decir el lobo al final, casi de forma descarada.

-Ah, ¿La casa? No, no es mía. -le contó. -Es de una amiga; yo simplemente se la he pedido prestada. En la mía no podríamos hacer esta sesión, hay una cantidad de ruido enorme. Obras, lo de cada año por estas fechas... ¿Estaremos bien con ese... Miosorento?

-¡Mioko es Mioko! -respondió el zorro, enfadado. -¡Mioko es un zorrito! ¡A Mioko le gusta jugar!

-Errr... Sí.

Si antes tenía opciones de cambiarse de oficio, ahora se arrepentía de habérselo planteado. Coño, era cierto, esa chica aun era universitária, no debía dedicarse a ello aun ni de lejos... Al menos no profesionalmente. Entró con su pareja mientras la águial cerraba la puerta detrás de ellos y les acompañaba a través de un pasillo que les hacía retroceder en el tiempo. Por todos los rebordes dorados, las paredes rojas de terciopelo, y los muebles de madera sumamente cuidados con aquellas lámparas eléctricas recubiertas de una tela amarillenta, el lobo apuntaba aproximadamente entre 2250 o 2300. Dios de la madre santísima, si con solo ver la lámpara de araña que colgaba del techo, le daba la sensación de haber viajado al pasado.

-Tiene añitos esta casa. -soltó al final el tigre.

-Créeme, no me gustaría dormir aquí. Y lo hago a veces... Con la sensación de que seres de hace tres siglos me persiguen. -bromeó, mirándoles. -Soy bastante miedica, lo siento. Supongo que por eso me dediqué a la psicología...

-¿Exactamente, que rama estudias? -preguntó el lobo.

Viraron a una esquina, y se encontraron con un salón enorme compuesto de dos sofás en el centro, con una serie de muebles alrededor victorianos y alfombras de aspecto caro en el suelo algo arañados, posiblemente por las zarpas de quien quisiera que viviera ahí. La águila rehusó pasar por esa sala y desvió el camino por la izquierda, muy posiblemente para evitar quedarse enganchada.

-Estudio el cerebro y el funcionamiento de la forma de pensar. De pequeña siempre me dabasn miedo varias cosas... Los insectos... Los fantasmas... Incluso a veces tengo la sensación de que alguien me persigue detrás mio. Me metí en bachillerato, y allí me dijeron que estudiando psicología me ayudaría muchísimo... Por lo que... Bueno, aquí estoy. A punto de hacerte una sesión.

"Yo también tengo esa sensación" pensó el lobo antes de quedarse un par de segundos parado para mirar a través de una ventana que había a su izquierda. Ahí, fuera, en el jardín, alguien permanecía apoyado en una de las estátuas que se mantenían en el exterior; era idéntico a él, pero quizá un poco mas fuerte, y con el pelo azul en la dirección contraria a la suya, como un espejo... Solo que hacia su pasado. Y no era la primera vez que le había visto... Ya habían sido varias.

-Yo de tí me iría. -le contó ese otro lobo azul, con los brazos cruzados y mirándolo rabioso. Mientras que en otras ocasiones siempre le había parecido algo amistoso pero precavido, ahora parecía que iba en contra suya. -Te estás metiendo en territorio que no te corresponde.

Bryce fue a añadir algo, pero antes de decir nada, escuchó a Tora llamarle. En cuanto su cabeza viró, la imagen del otro Bryce lobo había desaparecido, y allí solo había una estátua. Estaba claro que cada vez se estaba volviendo más y más loco... O resolvía el problema de su cabeza, o acabaría desarrollando una doble personalidad. O vería fantasmas, una de tres.

Soccho lles condujo hasta una habitación bien iluminada con cristales enormes. Era un habitáculo hexagonal que contenía una cama donde echarse al lado de uno de los tres ventanales que daban al exterior y que iluminaban el altísimo lugar. Al lado de la cama había un sofá, y al lado de este mismo, una silla. La amiga de Lizar le indicó a Bryce que se echara en la cama mientras su pareja, dando por supuesto que la águila se iba a poner al sofá, se sentó en la silla. El lobo decidió que ya no había vuelta atrás y que cualquier respuesta que buscara iba a permanecer en su cabeza para siempre sellada si no decidía optar por esa opción, así que con cuidado se comenzó a echar boca arriba, sintiendo algo de vértigo al mirar al techo y pensar, por un momento, que se le iba a caer encima. Ahora ya no había vuelta atrás, pensaba; estaba destinado.

-Bueno... -Soccho se sentó a su lado por un segundo y cogió una libreta y un bolígrafo. El tigre silencioso, observó como su novio cerraba los ojos y vio como la hipnotizadora empezaba a tomar nota. Fuera lo que fuera lo que iba a ocurrir, no quería interrumpir, pero sí quería estar presente para lo que surgiera. Cualquier precaución era poca, y él era demasiado protector como para dejar a Bryce a su suerte.

-¿Puedes explicarnos que vas a hacer? -le preguntó Tora.

-Primero haceros una serie de preguntas, por supuesto... Veamos... Bryce Qwolf, veintipico años, estudiante universitario... Exactamente, ¿Que te ocurre?

¿Que le ocurría? Oh, vamos, ¿En serio? Si se lo explicaba, no le habría hecho falta pagar por esa sesión si realmente tuviera la respuesta en sus zarpas. Sin em,bargo, en vez de soltar esa respuesta, decidió permanecer callado y pensarla mejor antes de soltar el primer sopapo que se le ocurriera en la cabeza. "Estas nervioso" pensaba "Solo está preguntándote sobre lo que necesita hacerte."

-Perdí la memoria... Hace unos años. -le explicó. -A veces tengo la sensación de recuperar algo... Pero me cuesta y sin embargo, estoy... Bueno, me gustaría volver a ser como antes.

-Ajá... ¿Es un fragmento lo que perdiste, o todo? -le preguntó. -¿Te han contado tus antiguas amistades como eras antes, por ejemplo?

-Un auténtico capullo.

Tora alzó la vista por unos segundos y miró sorprendido a su pareja y a la respuesta que acababa de dar, incrédulo. ¿Realmente Bryce se creía que antaño había sido así de imbécil? Bueno, sí, era borde, algo egoista, y creído... Pero aun así, cariñoso en el fondo. Lo cierto es que ahora era todo lo contrario: Demasiado bonachón y crédulo para ser, a veces, un poco border.

-¿Perdón? -preguntó el águila.

Bryce se dio cuenta en aquel momento que quizá no había elegido las mejores palabras, aunque fuera su opinión. Desde su punto de vista, se había portado realmente mal en el pasado con todo lo que le habían contado y lo había pagado con una serie de contratiempos que habían puesto en peligro su vida. Decidido a rectificar, negó con la cabeza para dar por finalizada la conversación. Aquello no estaba llegando a ningún lado.

-Bien... Bryce. Te voy a pedir que te relajes. -sacó de un cajón de una mesita de noche un metrónomo, y lo puso a un tempo suave, dejando que sonido de aparato ayudara al lobo a calmarse. -Relája tus brazos poco a poco... Como si te fueras a dormir. No va a pasar nada, Bryce, yo llevaré la situación de todo... Relaja los músculos... La cabeza... ¿Cual es el primer recuerdo que puedes pensar, Bryce, de tu vida pasada?

Bryce, sin embargo, no podía relajarse. Inmediatamente abrió los ojos en cuanto sus orejas captaron un ruido que su cerebro sintió como similar y volteó inmediatamente la cabeza hacia un lado, sus ojos captando un lugar muy distinto al que se encontraba originalmente. Se trataba de una barraca, una habitación de cuatro paredes, oscura, iluminada sólamente por un pequeño ventanal que se encontraba en la parte superior de la pared que disponía detrás. Cada una de esas paredes estaban formadas por tablas de madera. Mientras que él se encontraba echado en una cama, en la pared de enfrente suyo había una puerta con un candado en él.

-... ¿Tora? -susurró.

El tigre miró un momento a su novio y luego a la hipnotizadora, que también lo estaba mirando, aunque sorprendida. El proceso de hipnosis tardaba una serie de minutos, y sin embargo, ese paciente parecía haber entrado ya en un proceso profundo en segundos a la que solo le había dado tiempo a preguntarle cual era su recuerdo más primario. Inmediatamente tomó nota de ello en la libreta y observó un momento a su paciente, que parecía profúndamente dormido.

-Bryce... Estas ahora mismo en tu primer recuerdo. -empezó a decirle.

-No... Este no es mi recuerdo. No es así como yo lo recordaba.

El lobo se incorporó de la cama y observó durante unos instantes la estancia en la que se encontraba: Recordaba que era su habitación, sí, de eso no había duda, pero no la recordaba tan oscura, ni tan vacía... Ni mucho menos, tan abandonada. Con la pata derecha tocó un poco el suelo y sus almohadillas notaron polvo en el suelo; de hecho, hasta dejaba la marca de sus patas en él... La situación era rarísima; si era un sueño, era muy real, sin lugar a dudas.

-Estoy en mi habitación... Pero es raro. Está todo abandonado, sucio, lleno de polvo... Aquí no hay nada.

Soccho arqueó una ceja. No le cuadraba en absoluto lo que estaba haciendo Bryce con lo que ella tenía apuntado. Se suponía que el paciente debería haber retrocedido a la edad de cuando tenía seis años, y por el contrario, lo estaba viviendo de forma adulta en un sitio totalmente distinto.

-Hay... Una puerta. -continuó Bryce, mirándola de cerca. Apoyó una mano en ella, notándola caliente, y fue desplazándola lentamente, dejando una marca en la misma por las zarpas, hasta llegar al manillar, que agarró fírmemente. Al intentar abrir la puerta, esta ofreció resistencia por culpa del candado, y el lobo dejó el manillar, soltando un suspiro. Estaba completamente encerrado... Una puerta que no le dejaba salir. ¿Era esa quizá la puerta que tanto le habían mencionado por teléfono?

Volvió la cabeza hacia el pequeño ventanal que tenía y con paso decidido, se subió encima de la cama y asomó la cabeza para situarse un poco. Allá fuera, iluminada por la luz de la luna, se extendía un bosque enorme, y justo a su lado, una escalera que, conducida por la vista, llevaba hasta una mansión de madera que conocía bastante. Se trataba del lugar donde vivían los del clan de los lobos.

-Vale... Estoy en occidente. -sonaron sus palabras en el lugar donde se encontraba. En ese momento averiguó que, efectivamente, cualquier pensamiento que tuviera se reflejaba directamente en su boca, así que debía evitar desviarse del tema o acabaría loco oyéndose a sí mismo. Eso también acababa de decirlo, por lo que soltó un suspiro y decidió pensar lo mínimo posible.

Una sombra pasó por al lado suyo, y Bryce, asustado, giró la cabeza, encontrándose con la misma oscuridad de siempre, salvo que la puerta de golpe y porrazo se había cerrado, lo que dejaba una duda enorme ante él. ¿No se suponía que esa puerta estaba cerrada con candado? El lobo bajó de la cama léntamente, precavido... Si antes sentía curiosidad por aquello, ahora tenía más miedo que otra cosa, y unas ganas enormes de salir de allí cuanto antes.

-Abrir la puerta... -se recordó. No podía retroceder ahora que había dado ese paso, por lo que avanzó hasta la misma e intentó forzarla. Empujando con el manillar, intentó dar un par de golpes hacia dentro hasta encontrarse que, efectivamente, el candado no era precisamente de mantequilla. ¿Entonces, como se había cerrado si él no había podido abrir la puerta ya antes? ¿Un golpe de aire? No, un golpe de aire habría implicado haber sido abierta...

-Hay que despertarle. -Tora se incorporó, a punto de traerle de vuelta, pero Soccho le detuvo con una zarpa en el pecho, pidiéndole con la mirada que volviera al asiento. Podía devolverle de nuevo a la hipnosis, sí, pero ahora mismo hasta ella estaba bastante asustada de no estar controlando la situación y que su paciente estuviera danzando por su mente como Pedro por su casa en una serie de situaciones altamente extrañas. Revisó con la libreta las anotaciones que tomó la noche anterior con Lizar... Supuestamente, Lizarman le había contado que solo se trataba de un chico veinteañero que tenía problemas de memoria. No había ninguna enfermedad rara más... ¿No?

¿No?

Bryce soltó un suspiro y decidió repetir el proceso con el ventanal pero a través del agujero de la llave de la puerta, agachándose hasta poder poner el ojo de alguna forma y maldiciéndose por segundos tener un morro tan enorme. No conseguía ver nada más allá que una espesa hierba y un descampado... Y otro ojo.

El lobo retrocedió de repente, abriendo los ojos e incorporándose, para más tarde cerrarlos ante la imprevista luz del sol que le daba de cara. Las pupilas tardaron unos segundos en acostumbrarse a la luz del ambiente y, léntamente, miró a su alrededor. No sabía como, pero se había despertado, volviendo de nuevo a la sala de estar de antes, con Soccho y Tora mirándole sorprendidos.

-Eh... Creo que deberíamos dejar esta sesión. -soltó la águila tras un par de tartamudeos. -No... Debo encontrar información al respecto, porque creo que no ha ido del todo bien y....

-¡No!

El híbrido cogió del brazo a la chica, y la retuvo en la silla, la mirada pidiendole suplicadamente que no desistiera. Soccho le miró a los ojos unos instantes, preguntándose si realmente deberían avanzar en ese tema, o si debía documentarse mejor sobre los aspectos y pasados de Bryce antes de volver al gajo. Pero ver al lobo soltarle y echarse de nuevo le obligó a no poder tomar ninguna otra elección. Porf lo visto, era muy importante para él.

Soccho se sentó, y dividió sus notas por la mitad efectuando una linea por medio y mirando a su paciente, que había vuelto a cerrar los ojos. Cogiendo aire, se calmó, se puso las plumas bien, y empezó a recitar de nuevo el proceso por el que iba a entrar en hipnosis... De no ser porque parecía que Bryce ya estaba calmado.

-¿Donde estás?

-... Vuelve a ser la misma habitación de antes. -Bryce se incorporó de inmediato tras reconocer aquel techo y volvió la vista a su alrededor para comprobar que todo estaba igual que antes: Polvoriento, viejo, y azulado... Aunque ese último detalle correspondía, si más bien no, a sus problemas de vista. En cuanto localizó la puerta se lanzó a por ella y intentó abrirla de nuevo, encontrándose que el candado se lo impedía. Gruñendo, se agachó para mirar por la ranura de la llave y ver que había al otro lado... Nada, el mismo descampado de antes iluminado por la lu de la luna. ¿Que se estaba dejando?

En cuanto dijo aquello, otro ojo igual que el suyo le tapó la vista. El híbrido volvió a apartarse, asustado, pero antes de dejarse dominar por el miedo y regresar a la vida real, inmediatamente se lanzó a por la puerta y la abrió, cabreado y decidido, para finalizar de una vz por todas todo aquel chiringuito. Y en cuanto la determinación le pudo, el candado saltó por los aires durante el forcejeo, y la puerta se abrió de par en par ante el asombro del lobo.

Tras acostumbrar unos segundos la vista a la luz exterior, empezó a sentir el frescor en su pelaje y se dio cuenta que durante todo aquel rato, había estado bastante acolorado. Tras la puerta, el descampado que había visto a través de la ranura del cerrojo se extendía ante su mirada, iluminado por la luz de la luna y rodeado por cientos de árboles que debían de comprender el bosque, y un par de cabañas que se encontraban allá a lo lejos. El lobo salió afuera y se dio la vuelta, buscando a quien le pertenecía se ojo, pero parecía encontrarse solo, muy solo.

Permaneció unos segundos incapaz de decir nada, estupefacto, mientras su cerebro procuraba encontrarle sentido a todo aquello. Ya habíoa abierto la puerta, ya estaba dentro de su cabeza, teóricamente aquello tendría que aportarle más información... Y lo único que tenía era un descampado. Al no ser que fuera algo simbólico y metafórico -lo que implicaría un cabreo de dimensiones monumentales - estaba haciendo el canelo. Decidido a darse una segunda oportunidad, empezó a andar en dirección a la cabaña que había visto a lo lejos. Le llamaba, de allí, ue a través de la ventana podía ver una serie de siluetas desconocidas... Tal vez alguien que le podría echar una mano. Irónico que pudiera hablar con alguien a través de su cabeza.

En cuanto había andado lo suficiente, las siluetas se habían hecho más definidas, y podía distinguir dos, concrétamente. Su cerebro, por lo visto para darle pistas, le informaba que una de esas era un conejo ¿O coneja?... Y la otra, parecía humana al no tener ningún rasgo familiar. Tras unos segundos, pudo ver como una de las sombras apuntaba con algo a la cabeza de la otra, y el lobo se temió lo peor, acelerando el paso para impedir una desgracia. En cuanrto empezó a correr, un disparo con un eco en el aire le avisó que estaba llegando tarde, y tan pronto estuvo en la entrada de la cabaña, podía ver que así era. No había llegado a tiempo.

Un fiambre en el suelo.

Y en cuanto alzó la vista, una figura que reconocía perfectamente.

Se trataba de su padre, con la mirada perdida, paranoica, perturbadora. El hombre le miró y empezó a decir algo, que el lobo conseguía escuchar y entender, aunque en el fondo era incapaz de oirlo realmente. Observó lo que tenía que ocurrir a continuación y que se acordaba perfectamente: El hombre se llevaba la pistola a la sien, y se pegaba un tiro, cayendo inerte al suelo, y dejando dos cuerpo sin vida en la cabaña.

Bryce se llevó una mano al pecho, asustado, aterrado, y empezó a retroceder poco a poco hasta que un arbol le detuvo y le obligó a quedarse ahí, quieto, atemorizado e incapaz de hacer nada. ¿Era eso lo que tenía que ver? ¿Realmente tenía que abrir la puerta para recordar semejante escena una y otra vez? ¿La respuesta a todos sus problemas estaban ahí?

-Por eso... No quería que vinieras. -la voz de su compañero interior sonó a su izquierda, y Bryce le miró, asustado, y con la respiración agitada. ¿Como era posible que el otro, en cambio, estuviera tan calmado? -No es algo que agrade de ver... Quería que descubrieras las cosas... Que abrieras la puerta. Pero no esta... -le miró, esbozando una leve sonrisa, y se encogió de hombros. -Pero tarde o pronto, supongo, acabarías rompiendo el candado que impuse.

-Tú... ¿Que hiciste qué?

Era inútil. En cuanto le miró a los ojos, su cabeza empezó a cuadrar piezas de una forma demasiado rápida para asimilarla todas. El candado. La llamada. El golpe en la cabeza. Los fantasmas. Voces. Visiones. Sueños. Todo empezaba a tener sentido de repente, y todo empezaba a cuadrarle. No se estaba volviendo loco... A pesar de estar llorando por algo que ya sabía que había ocurrido, a pesar de estar hablando con un espejo de él prácticamente, a pesar de todo eso... No se estaba volviendo loco.

-Leon operó sobre mí. -le empezó a explicar el otro Bryce. -Sobre nosotros; el dolor era terrible, era incapaz de describir la diferencia entre sueño y realidad. A veces, me miraba, cuando estaba medianamente lúcido... Y entonces veía partes humanas, partes lupinas... Vomitaba... Volvía a dormir. El dolor me podía. -se llevó una mano a la cabeza.

-... Me acuerdo... -Bryce abrió los ojos como naranjas, sorprendido de que estuviera diciendo aquello. -Es verdad... Fue terrible. Una pesadilla...

-¿Y recuerdas que hice? ¿Que... hicimos?

Lo recordaba. Leon había descubierto porque su experimento de volverlo humano no funcionaba. El cerebro, ese órgano que giraba siempre alrededor de todo lo que tenía que ver con su vida, se metía y producía resistencia y rechazo a todo lo que implicara una remodelación intríntesca del adn. El poder de la mente; su cerebro era capaz de resistir la medicación y la cantidad de jeringuillas y potingues que le metían entre pecho y espalda. Y entonces fue cuando vino lo peor: Operó sobre su cerebro.

-Necesitaba recordar lo que estaba viviendo. -continuó su contraparte. -Para poder contarlo si salía de esa, así que sacrifiqué lo más importante. Lo sacrifiqué todo; todo lo que me importaba. Mis compañeros, mis amigos... Mi pasado... Mi naturaleza... Tora.

Bryce se le abalanzó en cuanto escuchó aquello, y los dos cayeron al suelo rodando, intentando ponerse por encima del otro para imponerse.

-¡Olvidaste a Tora! ¡Maldito cabrón! -soltó Bryce, en cuanto pudo. Otro arbol les frenó, con él encima, y le sujetó del cuello, lleno de ira. -¡Elegiste entre Leon y Tora, y se te ocurrió que lo mejor era olvidarle a él! ¡Hiciste de mi vida un jodido infierno y no podía elegir! ¡Fuiste un cabrón! Fuiste un... ¡Aaaargggg!

Lleno de ira, Bryce le metió un puñetazo en todo el morro, y luego se incorporó, tirándose de los pelos. Ahora entendía porque no consiguió nunca recordar a Tora ni a nadie más, porque había partido de cero, aun conservando los conocimientos que le habían ayudado a mantenerse con vida durante su existencia como Dorei. El ataque al minotauro había sido gracias a que también había conservado sus recuerdos de pelea. Todo había sido porque eso sí había decidido conservarlo; pero no la existencia de los que más quería.

-... Bryce... -empezó el otro, incorporándose. -Escúchame... Era lo que había. De haber elegido a Tora, ahora mismo ya no sabrías esto... Ni te habría podido guiar.

-¡Le olvidaste, joder! ¡Ni siquiera te importaba! Ni siquiera... Oh...

Si que le importaba; era cierto. Pero sabía que no iba a sobrevivir, que no iba a vivir, que iba a ser una persona completamente nueva en cuanto le obligara a olvidar todo lo que sabía. La medicación que le había hecho tomar era para mantener su cerebro bloqueado y de esta forma, que su transformación se mantuviera a la vez. Su memoria era lo único que le quedaba, pero sabía que no iba a salir de aquello, que el Bryce que quedaría a partir de entonces iba a ser una caja completamente nueva... Y prácticamente lanzada al azar.

-Pero Leon me golpeó la cabeza... -suspiró Bryce. -Y entonces... tú...

-Daño tu cerebro, que ya de por sí estaba bastante tocado. -finalizó el otro. -Y, digamos, que yo, tu subconsciente, intentó fluir, pero la medicación no te dejaba... Hasta que la dejaste, momento en que empezaste a... "verme" -le dijo. -Pero yo no soy real; no soy tu... Otra personalidad. Simplemente, soy lo que quedó, lo que te aferraste antes de volver a nacer... Soy... Lo que llevas todo este tiempo intentando recuperar. Tu memoria perdida... La puerta.... Las visiones... Todo... Era producto de un daño cerebral que estaba en tu cerebro, arreglándose poco a poco, fagocitando todo lo que conocías antaño... Pero quizás este era tu último recurso. Y me diste forma, para no tener miedo... No soy real.

El lobo empezaba a recordar. No a sus compañeros, no a sus amigos, ni siquiera a Tora, pero sí todo lo antaño, lo vivido en el clan, lo vivido cuando estuvo en la universidad... Inclusive lo poco que consiguió mantener en su mente con Leon. Y en esos recuerdos, una imágen brillante surgía en cada pantalla de la sala quirúrgica en la qe le mantuvo. Voces raras, susurrantes, ordenaban a Leon. Alguien más...

A medida que iba recordando, su contraparte empezaba a deshacerse en cenizas, siendo borrado de su mente poco a poco. Él nunca había sido el Bryce de antaño, si no alguien nuevo que volvió a empezar, otro Bryce que se había enamorado del mismo Tora; en el mismo momento en que le golpearon la cabeza, su cerebro empezó a encajar piezas. Una conmoción que había acabado resultando, otra vez, en un arma de Leon.

Y en cuanto su otro yo desapareció, Bryce se sintió por primera vez seguro, confiado y decidido de lo que estaba haciendo. De eso se trataba; había algo en esas fotos que había pasado por alto, pero que ahora podía volver a repasar con una mente nueva, lista para empezar a dar guerra. Cerró los ojos, dejando que el alrededor le envolviera, mientras se aferraba a todo lo quehabía conseguido recordar, para no olvidarlo, para tenerlo en su cerebro para siempre.

Y cuando los abrió, se encontraba de nuevo en la salita donde estaban haciendo su sesión de hipnosis.

La mirada de Soccho y la de Tora, ambos sorprendidos, pilló de improvisto a Bryce durante unos segundos, hasta que consiguió acordarse de que todo lo vivido había sido eso, un momento de hipnosis. Posiblemente, conociendo el proceso por como se lo había descrito la águila, estaría diciendo un montón de cosas en voz alta. Posiblemente hasta Tora debía de estar pensando que se le iba la pinza tres cuartos.

Pero lo único que hizo el tigre fue mirar el reloj de la pared, y luego, a su novio.

-¿Vas a dormirte, o qué? -le preguntó. -No acabo de entender esto de echarte, cerrar los ojos, y luego volverte a levantar.

El híbrido fue a añadir algo, pero inmediatamente calló y pensó por un segundo en todo lo ocurrido. Por lo visto, todo lo que acababa de vivir había sido prácticamente un segundo en la vida real, como si su cerebro hubiese metido el turbo y se hubiera acelerado todo el proceso. Se sentó un momento al borde de la cama, y respiró hondo, intentando hacer repaso de su mente... Viendo que, de repente, todo le cuadraba. No había esa sensación de lagunas mentales que solía tener, ni de partes incoherentes. Ni recuerdos que no conseguía hacer suyos. Todo estaba en su sitio, pero seguía siendo él; ni había cambiado, ni posiblemente lo haría. Sólo que ahora, su cabeza había acabado de repararse. Ahora todo tenía mucho más sentido, ahora todo le parecía más natural.

-¿Te encuentras bien? -le preguntó Soccho.

-Sí... Sí... Dios, gracias, Soccho. -el lobo se incorporó inmediatamente y se miró la mano, el brazo peludo... Era una sensación extraña de calma la que tenía ahora, pero ahora tenía la sensación de que las cosas estaban bajo control. -Creo... Creo que... Creo que me ha ido genial.

Y de repente, sin comerlo ni beberlo, besó a Tora. El tigre fue pillado de improviso ante la reacción de su novio, que rara vez solía tener aquellos momentos sin avisar con antelación, aunque se dejó hacer. Le abrazó, y solo por la forma de besar del lobo, le dio la sensación de haberlo recuperado del todo. Era igual que antes, cariñosa, pero salvaje... No había temores, ni miedos. Se separó un segundo de él, y le miró extrañado. ¿Que estaba ocurriendo?

-¿Bryce?

-Tenemos prisa. -le dijo el lobo, apresurándose a la puerta. -¡Creo que ya se donde está la clave de todo esto, Tora! ¡Esta vez le tenemos, seguro! -exclamó. -¡Vamos, ven!

El tigre miró un segundo a Soccho, con cara de no saber que hacer al ver que el otro nisiquiera se despedía. Sin embargo, al ver que la hipnotizadora le hacía un ademán con la cabeza para que se fuera con él, decidió sonreir y echar a correr tras su novio. El tio había acelerado el paso, porque para cuando él estaba saliendo de la salita, su pareja ya estaba casi en la salida.

-¡Espera! -le pidió, echando a correr tras él. Bryce, le esperó un segundo, pero tan buen punto le alcanzó prosiguió el camino a paso ligero. El chaval parecía emocionadísimo, porque ni siquiera se paraba a dudar de lo que estaba haciendo. -¿Vas a contarme que ha pasado ahí dentro de una vez?

-Lo recuerdo todo, Tora. -le confesó el lobo de repente, contento. -Es como si nunca hubiese olvidado nada. De hecho, hasta te lo juraría, de no ser porque soy consciente de que realmente perdí la memoria una vez. -le dijo, sin mirarle. -¡Ahora todo tiene sentido! Estamos más cerca de lo que Leon querría que estuviésemos.

-Y eso es bueno porqué... -empezó su pareja.

-Porque ahora entiendo que pasó mientras me raptaron. -Bryce decidió poner un momento sus pensamientos en orden antes de avasallar a Tora de datos inconclusos. -Escucha. Cuando Leon me hacía lo inimaginable, hablaba con alguien más. Alguien que le daba órdenes. Leon solo es la mano ejecutora. ¡Por eso nada tenía sentido de lo que hacía! Hay alguien más por encima de Leon y Stallion.

-Dios santo... ¿Estás seguro?

-Sí. Complétamente. -confesó Bryce, esperando que Tora lo entendiera. -Y tengo una teoria muy plausible. ¿Te acuerdas de la muerte de mi padre? ¿Te acuerdas de quien mató? Algo me dice que esa persona manipuló a mi padre para que cometiera semejante acción atroz. ¡Y esa persona...!

-¡Eh, eh, detente!

Tora le detuvo justo cuando estaban cruzando un parque y observó a Bryce a los ojos, preguntándose si su pareja de golpe y porrazo se había vuelto majareta a causa de la hipnosis. Por si así lo era, decidió relajarse un poco y hablarle léntamente, antes de cometer ningún error. Lo último que le faltaba era un novio psicópata.

-Bryce... Nada de lo que dices tiene sentido. -le confesó. -Cuando te raptaron, nadie estaba con Leon. Y esa persona no ha aparecido nunca aquí... ¡La tendríamos que haber visto!

-Si estuviera en Oriente.

La respuesta chocó por unos segundos a Tora, que veía que su pareja, que quizá se había vuelto loca, parecía querer aferrarse como a un clavo ardiendo a su hipótesis. Le dejó de coger y se cruzó de brazos, sin salir de delante suyo para que continuara su explicación de forma calmada.

-... Vale. Te escucho. -soltó al final.

-Si mi teoria es cierta... Hay una persona más detrás de Leon y Stallion. -explicó. -Eso explicaría porqué Leon fue capaz, sin padres, de continuar sus estudios, pagarse alquileres, carreras, proyectos... Hasta un laboratorio entero donde me retuvo, sin que sus cuentas se fueron a pique. ¿Viste sus cuentas? No tenían sentido. Tan buen punto estaba sin dinero, como de repente, volvía a ser casi millonário.

-Es decir, alguien le está enchufando pasta de alguna forma... Nunca se nos ocurrió que alguien más le estuviera ayudando... Eso explica porque Damaru dijo aquella frase... No debía de referirse a Leon en realidad, si no a esa otra persona. Dios, lo que debe hacer es horrible, sea cual sea el objetivo que persigue. Vale, espera... Apostemos que lo que dices es cierto. Estamos hablando de más variables en tu historia, a pesar de haberte cepillado cuantas más antes.

-No. -confirmó Bryce. -La respuesta está en casa. En las fotos. Es lo que quiero ir a mirar... Las fotografías. Algo en ellas no me cuadraba, me chirriaban, pero estoy seguro de que si las vuelto a mirar, todo tendrá aún más sentido. ¡Ahora que toda la historia de Leon cuadra con esta persona, solo hace falta descubrir de quien se trata!

Tora vio como Bryce, todo serio, pasaba por su lado y continuaba avanzando. Tora le siguió, pero con la mirada triste, acordandose de cierto otro momento en que su pareja, así, decidida, se lanzó de cabeza a la boca del lobo y nunca volvió a salir de él. No iba a perderlo esta vez, de eso estaba seguro. Fuera lo que fuera, permanecería a su lado para siempre.

Ninguno de los dos se había dado cuenta, mientras tanto, que una loba desconocida para uno, y conocida para el otro, estaba allí leyendo un libro aténtamente. Ni siquiera ella misma se dio cuenta de la presencia de los chicos; ni siquiera se dio cuenta de que, la próxima vez que viera a su hijo, no podría esconderse. Bryce le encontraría a la primera.

Rikai estaba de vuelta.

Continua en: "Sarah"

Capítulo 21: La vida de Bryce

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El Secreto de Tora: Retorno de Leon

**EL SECRETO DE TORA** **Capítulo 19: Retorno de Leon** **Nota I: Para entender este capítulo necesitas leer los anteriores, que están listados mas arriba. ¡¡Feliz lectura!!** **Nota II: Este capítulo incluye una escena erótica entre un tigre y un...

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